LA ORATORIA EN CUBA Tambi6n en Cuba se marc6 con bien tristes earacteres el antagonismo entire los dos dlementos principles de Jla poblaci6n, el peninsular y el cubano, estableciendose de he- cho dos elases de ciudadania: amplia y respetada la primer, restringida la segunda. Para los ciudadanos de primer clase, para los que se l1amaban espafioles y hacian de este noble ti- tulo fundamento de commercial monopolio, se reservaron to- das las preeminencias, todos los honors y toda la interven- ci6n en el gobierno de la colonia; a los segundos se les conde- n6 a perpetua incapacidad, a titulo de malos espafioles, y por ello pudo decirse con verdad que el cubano era un extranjero en su patria, porque careeiendo de muchos de los derechos propios de todo ciudadano y no pudiendo hacer efectivos, por el recelo que embargaba al gobierno, otros que las leyes le reconocian, su situaci6n en Cuba era identica a la de un sibdito de otro Estado, y aun si bien se mira algo peor que 6sta, porque al extranjero no se le niega la hospitalidad que la cultural ha elevado a ley, y al cubano se le daba a en- tender que estorbaba en su propia casa. El gobierno, preocupado inicamente con la idea de per- petuar la dominaci6n, alentaba y sancionaba con su funesta political la abrumadora resistencia de la clase privilegida, y temiendo, o aparentando temer, deslealtades por parte de los criollos, proscribi6los para siempre de toda funei6n direc- tiva, permitiendo que el militarismo desatase la insana fu- ria de sus safiudos rigores, trasplantando a aquel suelo la parisita del cunerismo, desoyendo los clamores angustiosos de la opinion del pais, que s6lo recelo y desconfianza le ins- piraba, y condenando a la maltratada isla a gigantesca ina- cabable lucha contra esa enervadora suspicacia reinante, va- ladar inveneible a donde iban a estrellarse con el estrepito de formidable choque los ardorosos anhelos de reivindicaci6n que impulsaban al pueblo cubano. No creais que exagero. Hablen por mi los elocuentes man- datarios que por el voto de los electores, y no por la graciosa merced del poder, enviaba Cuba al parlamento national, y ellos os dirAn c6mo cada ligero advance conquistado en el ca- mino de la libertad les cost rudisima pelea contra las secu- lares prevenciones, y cuan espinoso y amargo Calvario hu- bieron de subir eada vez que las Cortes aprobaron algfn pro- yeeto expansive o se negaron a convertir en ley algin anto-