LA ORATORIA EN CUBA discusiones reservanse para las asambleas de la paz. Por nuestra vista pasa y en nuestros oidos resuena, la proclama libertadora y la concisa arenga que antecede a las batallas. Y cuando el entusiasmo se mantiene en nuestras filas; cuando las seguridades de la cercania del triunfo definitive infunde a las almas aliento extraordinario; cuando todavia nuestro ej6rcito con la aureola de las victorias, sucio de san- gre, excitado por el centellear de la fusileria, el relampagueo de los machetes y el retumbar de los cafiones, aguarda en su puesto los venideros combates para morir o veneer; cuando de todas parties surge el aplauso que estimula, la adhesi6n que fortifica y el oro que sustenta; en esos moments de supreme ansiedad, en que la perspective de la gloria dilata los corazones e' inunda el espiritu de jfibilo; en esos momen- tos, digo, por eaminos tortuosos y con la mala fe de antaio y la postrera traici6n por norte, llegan hasta nosotros, en ondas infernales, voces del enemigo que demand la paz, pro- posiciones mezquinas de arreglo, las cuales enardecen la san- gre, sublevan las conciencias indignadas y dan mayores brios para precipitar la total victoria. Para eso nos hemos reunido aqui: para afirmar las ideas de siempre; para insistir en el pensamiento finico; en ese pensamiento de independencia, reconocido por CAnovas del C'astillo en el preambulo de su tan decantado decreto refor- mista; para reiterar, una vez mas, con el apoyo que nos presta nuestro ej6rcito invencible, con la fuerza que nos otorga la Justicia y la energia que brinda la lucha por el De- recho, cuin arraigada esta en nosotros la resoluci6n, desde un principio tomada, de preferir mil veces, como decia el senior Tamayo, morir de todas las muertes, antes que consen- tir, torpe y cobardamente, en nuestro deshonor. Ya no se escucha aquel inmenso griterio de masas em- brutecidas ni las arrogancias quijotescas de vanidosos gober- nantes, pidiendo las primeras y ordenando los segundos, el exterminio, sin piedad, de todos los cubanos; ya no registran los peri6dicos aquellos famosos articulos "Fusiles y no re- formas" con que excitaban los Animos y estimulaban a la estfpida y alcoholizada muchedumbre a que apedrearan en las calls de Madrid y en los paseos de Cidiz y Santander a los indeferos deportados; ya no escandalizan al orbe civili- rado aquellas oficiosas bendiciones pontificias a los batallo-