OCTAVIO DE LA SUAREE MOVIMIENTOS ETICOS DEL PERSONAL DE "EL IMPAROIAL" DE MADRID, "HERALDO DE CUBA" Y "EXCELSIOR" DE MEXICO Ahora hay que incurrir adrede en una redundancia: esa homo- geneidad moral tiene que fabricarse sobre tendencies editoriales de la misma especie; esa homogeneidad seri moral o no sera. En efecto, al campo de la 6tica llega el periodista sin con- cierto previo, solo con la direcci6n que se le brinde, siempre que las ideas puestas a su disposici6n como vehiculo hacia aqul6 sean las generals aceptadas como buenas para el mejoramiento del medio y de la humanidad. Si no sucede asi, si se quiere construir con las piginas de un peri6dico una moral tan fragil y perecedera como el papel, en- tonces no habri homogeneidad possible, ni por tanto, verdadero 6xito permanent del 6rgano de la opinion. Es esa una lecci6n trascendental que se ofrece a menudo a las empresas, editors y directors sin cultural y sin escrfipulos, que siguen apegados a la rutina de considerar el periodismo obra transitoria y movediza y al personal de redacci6n como "ese signo devaluado, bueno para las transacciones del moment" a que se refiri6 Ram6n Vasconcelos en "La Letra de Molde" (156). Los periodistas de nuestra sangre ban escrito piginas inmorta- les al respect. Basta recordar la debida a los compaferos de El Imparcial de Madrid, que inconformes con ciertas proyecciones editoriales de aquel importantisimo rotativo, abandonaron su re- dacci6n, y6ndose a fundar, entire los aplausos del pueblo letrado espafiol, El Liberal, que pese a todos los malos augurios tuvo vida larea, honorable y pr6spera. En Cuba se guard excelente re- cuerdo, asimismo, de lo ocurrido en Heraldo de Cuba, cuando era de Orestes Ferrara, quien en respuesta a un cablegrama de los redactores, inquietos por rumors de venta de la empresa a cierto hombre pfiblico vinculado a personajes del Gobierno que el pe- ri6dico combatia acremente, respondi6 desde New York "que haria con el Heraldo lo que con sus demis propiedades: lo que convi- niera a sus intereses", tras lo cual el personal renunci6 sus plazas, dedicindose, con el concurso generoso del Dr. Jose I. Rivero Alon- (156) Obra citada, pAg. 204. La Habana, 1939.