MORALETICA DEL PERIODISMO El criterio desp6tico que esos individuos, en general, tienen de la Prensa, qued6 plasmado en la Convenci6n por ellos celebrada hace afios en Nueva York y en la que uno de los oradores defini6 asi "el derecho de los anunciantes" (136): "Cuando enviamos un anuncio a un peri6dico y, el peri6dico lo acepta, estimamos que tenemoo derecho a contar, por lo menos, con su neutralidad. Sin duda, asumimos la responsabilidad plena y en- tera del product que ofrecemos, del negocio que presentamos, de la mercancia que elogiamos; pero el peri6dico, por el hecho misnmo de abrirnos sus columns, por el hecho de contratar con nosotros, admit que no somos ni envenenadores ni malhechores. Nos debe por esto algo mas que el espacio que nos arrienda. Nos debe el libre goce y el libre beneficio de ese espacio. Pero, gd6nde esti el libre goce y d6nde esti el beneficio si, delante de nuestros ojos y a nuestra misma puerta, se exhiben escritos y se pasean carteles en los que se maltrata nuestro cr6dito, se duda de nuestra moralidad y se discute nuestra honradez? No se trata solamente de una cues- ti6n de buena fe; es una cuesti6n de 16gica. jConcibe el buen sen. tido que un peri6dico puede denunciar en su primer pigina el negocio que hace "anunciar" en la octava?" (137). De recorder es tambien la historic del "boycoteo" de anuncios que se emple6 para obligar al Collier's Weekly para que despidiera a uno de sus mis valientes redactores, Robert Collier. De igual manera y en los propios EE. UU. de A., fueron intervenidos por los anunciantes los magazines American, Succes, Everbody's y Mac Cluere Un critic dramitico muy respectable, William Winter, censur6 en el New York Tribune una obra de baja estofa, pero algunos grande accionistas que eran a la vez grandes anunciantes. protestaron tanto y tan bien que el peri6dico despidi6 al critic. Cuando peor era el servicio al parroquiano en los cafis de Nueva Orleans, un peri6dico de la ciudad organize un concurso entire sus lectores con sendos premios para el establecimiento en que mejor se sirviera al pfiblico y para el camarero a quien se reconociera la mayor diligencia en el cumplimiento de su deber. Paralelamente el peri6dico en cuesti6n extendi6 su encuesta al seiialamiento, por los propios lectores, del caf6 en que peor se atendiera a la clien- tela, a fin de imponerle el adecuado corrective mediante la public. cidad. Para miembros del tribunal a fallar fueron escogidos tres periodistas, tres patrons y tres dependientes. Pues bien: ni na- tronos ni dependientes aceptaron la nominaci6n a su favor y los primeros, viendo el auge que a pesar de su obstrucci6n alcanzaba la iniciativa, coaccionaron al peri6dico para que la suspendiese, so pena de represalias en la concesi6n de los anuncios del giro. El (136) STiPHANE LAUZANNE: $a Majestj la Presse, Paris, 1926. (137) Ver en Grandeza y Servidumbre de la Prensa, por Alfonso Un- gria Gargallo, pigs. 151, 152, 153, de la edici6n de 193o, Madrid, la res- puesta adecuada a tan tendencioso y absurdo criterio. 201