178 OCTAVIO DE LA SUAREE < por organizaciones de los trabajadores y no esti, en lo mis minime, bajo la dependencia de ingresos por concept de anuncios. Nadie en el mundo puede ni afin podria, acusar a la prensa sovi6tica de corrupt. Nuestra prensa puede, justamente, enorgullecerse del hecho de que, represent, sin desviaci6n, la 6tica y la conciencia pfiblicas y de que ayuda al Estado a denunciar cual- quier clase de abuso o cualquier acci6n egoista cometida contra los intereses pfiblicos. "En los Estados Unidos, como en various otros paises, el anuncio, aunque es el mis extendido, no constitute la finica form de so- borno a la prensa. Los grandes Bancos y los trusts tienen otros me. dios de influenciar la prensa en detrimento de la veracidad de la noticia y de los criterios editoriales que ella public, como es por ejemplo, adquiriendo grandes cantidades de acciones en las empre- sas periodisticas. "Uno puede comprender la profunda indignaci6n que este estado de cosas provoca en campeones de la moralidad piblica tales como Upton Sinclair (126), pero ellos, a menudo se manifiestan unilate- ralmente imputando el mal a los editors personalmente, dejando de tener en cuenta que, al igual que otros hombres de negocios en America, los editors de peri6dicos tienen el derecho de obtener una buena ganancia de la empresa en la que han invertido su ca- pital. Tal es el sistema y, bajo 61, naturalmente4 muchas buenas in- tenciones son inevitablemente reprimidas por la finalidad principal o sea el aumento de las ganancias. El peligro consiste, sin embargo, en el hecho de que los editors de peri6dicos no fabrican miquinas o came enlatada, sino peri6dicos, el contenido de los cuales es fi- cilmente dafiado por el contact con el espiritu de lucro. "Las victims no son solamente los lectores de peri6dicos sino tambi6n los periodistas honrados quienes, dependiendo completa- mente del editor, son compelidos a menudo a ocultarl o desnatura- lizar la verdad. Muchos de esos periodistas hablan de esto en tir- minos del mai profundo disgusto. For ejemplo, hace muchos afios, John Swinton, siendo editor del New York Tribune, hablando ante la cAsociaci6n de la Prensa de New Yorkl, sobre la libertad de la prensa, dijo: No hay en Am6rica una cosa semejante a lo que pueda llamarse una prensa independiente, como no sea en las ciu- dades provincianas. Ustedes saben esto y yo tambi6n lo s6.