MORALETICA DEL PERIODISMO medidas sanitarias del Gobierno, dict6 el 3 de octubre de 1928 un decreto que decia asi: "Se advierte a la Prensa Local que en pre- sencia de la gravedad del estado sanitario, debe abstenerse de hacer propaganda en contra de las medidas profilicticas tomadas, desprestigiando los hechos en que se basen e insinuando al pi- blico su inobservancia y que se pasarin los antecedentes al Jefe de la Policia, para su conocimiento y efectos correspondientes." El Hasting Evening Argus fu6 notificado oficialmente de que no debia adelantar informaci6n alguna acerca de las mociones que trataria el Ayuntamiento de la localidad, sin autorizaci6n previa de las autoridades, pues caso de hacerlo, los ediles, en sesi6n secret, determinarian una pena que fuera proporcionada al crime. De esas etapas de crisis la Prensa tiene que salir victoriosa por su propio esfuerzo, por su integridad moral, por su solida- ridad ante el desafuero; entonces, peri6dico clausurado cambia por afios de existencia los dias que deja de aparecer por orden de tirano y periodista perseguido un tiempo es reivindicado y enaltecido para siempre. Los abusos del Estado y de los gober- nantes con la Prensa, pues, duran, por tanto, lo que los periodistas y su concept de la uni6n professional y del deber patri6tico per- mitan. En Peru, cuando la dictadura de Leguia practice (1923) la ex- propiaci6n forzosa del diario La Prensa, de Lima, el personal de redacci6n fu6 invitado por el Gobierno a continuar en, sus puestos pero nadie acept6, pasando poco despuus todos a laborar en El Co- mercio, La Cr6nica, El Tiempo y Variedades, que les abrieron las puertas con la mayor cordialidad. La Prensa se qued6 sin redactores. Durante el Segundo Imperio, por ejemplo, era evidence la mala voluntad que una part de la judicatura francesa sentia hacia la Prensa. Villemessant (120) el famoso periodista fundador y direc- tor de Le Figaro, se propuso dar un escarmiento y he aqui ooamo lo logr6: Nombrado como testigo en un process de tiempos del Imperio, esperaba desde hacia much tiempo a que el Juez de Instrucci6n lo introdujera en su despacho, y termin6 por decir al portero: -Prevenga usted al magistrado que, si no me llama de aqui a cinco minutes, volver6 a mi diario, donde tengo much que hacer. El Juez, que habia oido, sali6 como una tromba de su oficina, e interpelando a Villemessant: -Sefior -le dijo- used esperari aqui hasta que, me di la gana a mi. jNo sabe used cu~les son los poderes de un Juez de Instruc- (120) JUAN HIP6LITO CARTIER, llamado de Villemessant (1812-1879).