OCTAVIO DE LA SUAREE En sus delineamientos morales -forzoso es decirlo-, no ha correspondido este 1iltimo al sacrificio de todo titulo patronal he- cho por los periodistas del moment de la expansion industrial. La fiebre mercantil del negocio, la comercializaci6n innata de la 6poca, quiere extenderse a veces -y se extiende- hasta la verdad, es decir: hasta la m6dula misma de la prensa. De ahi que haya 6rganos de opinion, esparcidos por todo el planet, que jus- tifiquen la amarga filosofia de los Spengler (56) que se quejan de la frecuente desnaturalizaci6n de las funciones periodisticas. Esta dura realidad fuerza al periodista a volver a su punto de partida: tiene que rescatar su propia obra, sujetarla de nuevo a sus fueros. En la actualidad, por eso, la tarea gigante que se mueve ante nosotros es la de abrirnos paso en la confianza de los magnates del dinero para que el capital nos aplique en el future su Idgica de afinidades y su tdctica niveladora: si para organizer un taller, v. gr., se busca a un mecanico y para montar una clinic a un medico, por qu6 para editar un peri6dico nuevo se ha de pre- ferir un negociante cualquiera o un politico o un banquero en vez de un periodista? (56) Qud es la verdad? -escribe Spengler en su libro La Deca- dencia de Occidente-. Para la masa es lo que a diario lee y oye. Ya puede un pobre tonto recluirse y reunir razones para establecer "la verdad" -seguir. siendo simplemente su verdad. La otra, la verdad publica del moment, 1, fnica que import en el mundo efectivo de las acciones y de los 6xitos, es hoy un product de la prensa. Lo que 6sta quiere es) la verdad. Sus jefes produce, transforman, truecan verdades. Tres meses de labor periodistica, y todo el mundo ha reconocido la verdad. Sus fun- damentos son irrefutables mientras haya dinero para repetirlos sin cesar. La antigua ret6rica tambi6n procuraba mas impresionar que razonar, -Shakespeare, en el discurso de Antonio, ha mostrado brillantemente, que era lo importante-; pero se limitaba a los presents y al instant. El dinamismo de la prensa quiere efectos permanentes. Ha de tener a los, espiritus permanentemente bajo presi6n. Sus arguments quedan refuta- dos tan pronto como una potencia econ6mica mayor tiene interns en los contraargumentos y los ofrece con mas frecuencia a los oidos y a los ojos. En el instant mismo, la aguja magn6tica de la opinion piblica se vuelve hacia el polo mas fuerte. Todo el mundo se convince en seguida de la! nueva verdad. Es como si de pronto se despertase de un error."