EL REY DE LOS BRUJOS defioso o una prenda intima del esposo traidor, junto con hier- bas, sabandijas, plumas, caracoles y raices que servian para sus hechicerias respect a las personas cuya suerte quedaba obligado a modificar. Llegado a su casa el taumaturgo, todo aquello era objeto de sus manipulaciones y de las de Herme- negildo, para cumplir los encargos. Los numerosos idolos, tallados groseramente queriendo re- presentar caras humans, con bigotes y barbas postizos; pie- dras sujeta por cadenas; collares; brazaletes; tambores y otros instruments ex6tieos; caeerolas enormes y huesos, se agrupa- ban ante un tosco altar dedicado a Obatala, Shang6 e Ifa, re- presentados los dos primeros por Cristo y Santa Barbara, esta ultima con el caracteristico pafo rojo, color preferido por los cabildos brujeros. Alli salmodiaban ambos una letania bar- bara y despuBs Ta Inasio hacia vibrar los panzudos tambores con golpes alternativamente secos y profundos, mientras mi- raba con fijeza a Hermenegildo, que se levantaba poco a poco y danzaba al ritmo is6crono y mon6tono de los parches. Aquel hombre semidesnudo, con la mirada extraviada, la respira- ci6n anhelante y cubierto de sudor, giraba lentamente con pa- sos entrecortados y al eabo de un rato, aumentando la fre- cuencia de los golpes Ta Inasio, se aeeleraba el baile y el hu- mo del incienso envolvia al bailarin, el cual se movia vertigi- nosamente haciendo contorsiones y gestos desordenados, como un poseso, hasta caer, presa de supremas convulsiones, al sue- lo, echando espuma por la boca, con los ojos desorbitados, re- volvi4ndose como un epileptico hasta quedar rigido y casi sin respirar. Esta escena de aquelarre se ofrecia con la frecuencia re- querida para tender los casos sometidos al "mayombero". Ta Inasia practicaba tambien el Vadi o culto de Ia cule- bra, no atrevi6ndose nadie en Cardenas a penetrar en su tu- gurio, por el cual se arrastraba libremente una respiente. En 1886, la fama del "babald" habia liegado a su apogeo, gracias a la supersticiosa credulidad de los cardenenses y a dos o tres coincidencias favorables que robustecieron la fe en el brujo. A ciencia y paciencia de las autoridades ejercia el curanderismo y practicaba la brujeria, recorriendo la po- blaci6n para visitar a sus clients y obtener amuletos de los