ARCHIVES DEL FOLKLORE CUBANO mestizo que, andando los tiempos, fuerto Ta Inasio, lleg6 a disfrutar de la misma poca recomendable influencia que 6ste, con el nombre de "Hermenegildo Buena Voluntad". Este Hermenegildo, escudlido y casi desnudo, no salia nun- ca de la covacha y servia al "ulub" como de asistente para sus prcetieas de brujeria, mas complejas que las de otros em- baucadores de su calafia, ya que en ellas actuaba como me- dium, entrando en trance despu6s de largos periods bailando una salvaje danza. Cuando extenuado, casi desvanecido, caia al suelo este sujeto, era cuando Ta Inasio lo consultaba para obtener las formulas de sus p6eimas, sus consejos y sus de- claraciones para engafiar a los incautos que se les confiaban. Terminada esta labor, que ambos hacian de buena fe, con un energico "Senserib6, ep6 maco6", se le pasaba el Santoo" a Hermenegildo y volvia a su habitaci6n, para confeccionar, con los m~s extraordinarios ingredients y una liturgia especial en los trAmites los menjurjes que una eelosa easada queria ha- cer ingerir a su marido; los horrendos paquetes que una des- defiada pondria a la puerta de su triunfante rival, con maiz, una gallina muerta, el trapo rojo de Santa Barbara, la pi- mienta de Guinea y un sin fin de preparados brujos para echar "bilongo". Arreglado el "emb6", Ta Inasio cerraba a Hermenegildo y cabalgando en su yegua dorada recorria la poblaci6n dis- tribuyeudo la Felicidad, la Venganza y el Amor, a domicilio, al igual que en nuestros dias un mensajero nos trae de la Farmacia tintura de yodo o algod6n fenicado. No siempre su yegua quedaba estacionada frente a una hu- milde easa de gentes del pueblo: a menudo se abrian para 61 las puertas de lujosa residencia, y alli el viejo congo, liado a la cabeza un pafiuelo rojo sujeto por el ala de lo que fu6 mugriento sombrero, cubriendo apenas su cuerpo con un su- cio ehal.co y unos pantalones que no pasaban de sus rodillas y usando a modo de primitivas sandalias una suelas atadas con ariques, recibia misteriosos encargos para curar y hacer el "dafo", de labios de damas perfumadas y alhajadas que no advertian la degradaci6n que representaba esa escena. En una burda alforja iba guardando Ta Inasio un rizo de cabellos de La rival odiada; la fotografia de un amante des-