ARCHIVES DEL FOLEKLORE CUBANO auxilio del amor y de la virtud, poniendo con el mAgico rito en movimiento a la naturaleza; el jigiie cubano salia del fondo de las aguas con sus dilatados y abundantisimos cabellos, princi- palmente por la 6poca que corresponde a nuestro San Juan. Por supuesto, el pequefisimo indio no era monstruoso, o por lo menos ,la tradici6n no lo pinta sino algo moreno, las mds de las veces, negro en algunas. Los jigiies fueron los enemigos natu- rales del cristianismo, porque las verdades de nuestra religion santa, debian rechazar todo poder superior al de la cruz, y de hecho los cristianos se burlaron de la influencia de los jigiies. Observanse en este hecho la diverse indole de los pueblos, y la confirmaci6n de la unidad de la inteligencia humana; lo ma- ravilloso en Alemania y en las Antillas divers en su forma se- mejante en su esencia. Alemania, pais mediterrAneo, va al fon- do de sus bosques a buscar negros y contrahechos enanos. Cu- ba, la perla del Occidente, encuentra en las frescas aguas de sus corrientes rios los pequefios jigiieyes o jigiies que no pueden ser feos siendo hijos de la hermosa y plhcida naturaleza que las pro- duce. Distinguianse de los demks indios por s6lo la pequefez de su cuerpo y la longura de su cabello en que se envolvian. Los tales indios a pesar de su pequefiez eran enamorados y se di- vertian en inocentes juegos dentro de las aguas con las indias hijas de los hombres. Entre las indias mas bellas de Cuba, tan e4lebres por su her- mosura, vivia una en la provincia del Bayamo, que aventajaba a todas en la belleza del cuerpo y del alma. Corrian los mejores afios de su existencia cuando llegaron a las playas de Cuba los espafioles. Las primeras conquistas del cristianismo atur- dieron a los jigiieyes que comenzaron a poner en ejercicio todo su poder sobrenatural para impedir la complete ruina de la re- ligi6n del Cemi. Convencidos de que era ineficaz su influencia parcial acordaron reunirse en grandes cuerpos con el fin de ago- tar los medios, pero todo era impotente. El ejemplo cristiano que presentaba la india antes citada, que habia recibido en el bautismo el nombre de Ana Luisa fu6 ocasi6n de que los jigiies eligieran por morada una laguna que estaba en tierras de esta, que aun se conoce con el nombre de laguna de Awa Luisa. La mortandad de indios e indias era es- pantosa y los espafoles no sabian a que atribuirla. Los natu- rales sabian sin embargo cual era el motive. Los jigiies tenian