LA CUEVA DEL MUERTO titud con la Cueva del Muerto. La pared rocosa en que se abre la gruta esta materialmente cubierta de ex-votos: piernas, bra- zos, imAgenes, joyas, que en un tiempo fueron de plata y otros metales preciosos, sustituidos en beneficio de los raqueros por plomo, zinc, etc. Hay 6pocas del ailo en que afluyen de toda la provincia peregrinos, algunos de los cuales hacen a pie el fatigoso viaje, para depositar ua ofrenda con una sfiplica escrita; en castella- no, por supuesto, que ese es el idioma official de la cueva. La fe, que realmente hace milagros sobre la voluntad humana, ha dado el cr6dito que tiene aquella hendidura perdida entire bre- fias en el kil6metro 18 de la carretera a Varadero. Alld, poco antes de llegar al puente de Paso Malo, una manecilla indica un letrero que dice: "Cueva del Muerto". Siguiendo la direc- ci6n indicada por un sendero tortuoso se llega a aquel rinc6n de paz. Y en todo esto ocurre lo caracteristico: no hay quien se dirija al "Muerto" de la "Cueva", al anacoreta que muri6 rodeado de la veneraci6n de los lugarefios, hace mfs de un siglo. Todas las peticiones comienzan asi: "Milagrosa Cueva del Muerto", a ti acudimos en demand de..." De lo que result que el infeliz Duquesne, victim de los furores racistas de Haiti, no tiene otro papel en la leyenda que el de haber muerto en aquella gruta y quizAs infundido a la piedra su espiritu santificado por el ascetismo, las penalidades y el temor de Dios. Y pasarin los afios y surgira, 4 qui6n lo duda?, en esta nue- va "Isla de los Pingiiinos", un ciudadano que protestara aira- damente de que no haya side canonizado... &Canonizado a qui6n? A la cueva? No, en manera alguna. A Duquesne, el triste solitario que escogi6 para morir la obscuridad de una gruta entire mangles, junto al mar que vela su suefio eterno arrullkndole con el isocronismo mon6tono de las ondas suaves que mueren lentamente en la playa. Nota bene.-E1 autor no conoce de otra persona que haya alcanzado premio de Loteria por intercesi6n de la Cueva del Muerto. Y no porque haya faltado quien hiciera promesas a cambio aunque fuera de una aproximaci6n! Habana, Septiembre de 1924. San Bafael 56.