LA CUEVA DEL MUERTO resultar aso raro el que una gruta donde mnri6 un hombre ex- trafio, sea cbjeto de superstici6n popular? Y hemos dicho un "hombre extrailo". 4Lo era, en efecto, cl "M3uerto" de la "Cueva"? El lector podra juzgar: A fines del siglo XVIII y principios del XIX, por las ma- nignas cercanas a Paso Malo, en el camino a la Playa de Vara- dero, vagaba, absorto en sus reflexiones, al aire la melena enma- rafiada y descuidadas las largas harbas que encuadraban un rostro macilento, un hombre de la raza blanca, vistiendo tosco sayal de tela burda, descaizo y con un breviario en la mano. La primera vez que fu6 visto, por un esclavo que recogia hierbas medicinales, ste, aterrado ante el tipo estrafalario del solitario, que gesticulaba hablando una lengua extraia y pas6 sin aparentar verle, huy6 despavorido jurando que habia visto un alma en pena y describiendo lleno de miedo el aspect poco tranquilizador del desconocido, mienttas se hacia cruces convul- sivamente por todo el cuerpo y prometia rogativas y penieten- cias en sufragio de su alma. No volvi6 a recoger sus hierbas; ni aun la terminante ame- naza de un boca abajo logr6 doblegar su decision de no ir por aquellos parajes. El mayoral de la finca de Carrillo estuvo various dias tra- tando de ver si confirmaba la version del aterrorizado eselavo v at fin, tras algunos dias de infructuosa bisqueda, logr6 ver el alma en pena, que hacia genuflexiones y hablaba en lengua in- comprensible. Don Jaime Rosell6, que tal era el nombre del mayoral, ca- talAn con fama de descreido, se declar6 en retirada del modo mas rapido que le fu6 possible, olvidando en su precipitada hui- da hasta la "cuarta", vergajo que sin piedad caia sobre las espaldas de los esclavos, y convulso y aterrado lleg6 a la finca. Con su extraia jerga, mitad castellano, mitad catalin, sal- picado el relate de pintorescas interjecciones, en6rgicos "Voto va nada", etc., relat6 su encuentro jurando y perjurando que el fantasma le habia hecho guifios amenazadores, corriendo tras de 1. La noticia cundi6 r6pidamente y mas de uno de los carde- nenses viejos del siglo pasado recordaba que pronto cortaban sus lloriqueos y majaderias de nifios, con la promesa de hacer