LA CUEVA DEL MUERTO En Oriente, de un modo especial, son muy numerosos los apellidos de origen frances, en su mayoria de refugiados fran- ceses que all ifundaron sus hogares. Su fxodo en busca de paz y tranquilidad continue a lo largo de la Isla y asi llegaron hasta las lanuras donde hoy se asienta la floreciente ciudad de CArdenas, que entonces formaban el si- tio de San Juan de las Ciegas y Cdrdenas, propiedad de Don Bernardo Carrillo de Albornoz, Teniente de Artilleria de la Compafila de la Habana y del cual dependian, igualmente, los sitios de Guasinas, Varadero, Camacho, Punta Hicacos, etc. Las haciendas fomentadas en esta jurisdicci6n por esos emi- grados, tomaron nombres de sus propietarios y asi se conocen las fincas de La Ferte, Lajonch re, Bacot, Biant, Guillot, Mad- dan, Boyd, Day, Quidn y otros, cuyos descendientes son elemen- tos distinguidos de la sociedad cardenense. La comarca cardenense, al finalizar el siglo XVIII, estaba cuajada de plantaciones de azficar, caf6, etc., viviendo los ha- cendados en buena armonia, a la usanza del propietario criollo de los tiempos coloniales, todo hospitalidad, caballerosidad y bondad. Una cosa faltaba a aquellos nuestros antecesores para tener todas las comodidades compatibles con su vida campestre: la misa. Para cumplir elprecepto cat6lico, con grandes molestias habian de ir hasta el valle de Guamacaro y asistir al Santo Sa- crificio, celebrado en rfistica capilla enclavada entire lomas, en un pequefio caserio, con caminos vecinales como finieo acceso. La distancia y la incomodidad del viaje en cabalgadura o en la traditional volanta, hicieron ir pensando en la convenien- cia de que el cura viniera a deeir misa al sitio de San Juan de las Ciegas. Y asi, a principios del afio 1816, un domingo del mes de Iarzo, los hacendados comarcanos se dieron el gusto de oir misa, por primera vez, en esa jurisdicci6n. Un improvisado altar adosado a una pared rocosa en la que se abria una cueva, congreg6 lo mas select de la zona de Car- denas, acudiendo las damas y caballeros en sus volantas y qui- trines, desde dos leguas a la redonda. En la bahfa de CArdenas se habia refugiado, para hacer aguada, una fragata espafiola, al mando de Don Mateo de Sou- berville, emparentado con los Carrillo de Albornoz. Don Mateo,