EL JUEGO DEL PAPALOTE acero o de vidrio, con las que se cortaba el hilo de los papalotes adversos, que al quedar desatados, vacilaban en el aire y caian como heridos en las azoteas y tejados distantes del vecindario. El papalote que en un piano mas bajo sufria el ataque de las cuchillas, iba provisto, cerca del frenillo, de unos ganchos dobla- dos, que llaman taravillas, las cuales servian para atra- par la cuchilla o un extremo cualquiera del rabo e impedir la cortada. La taravilla, una vez que hacia presa de la cola o de la cuchilla enemiga servia ademis para provocar el embrollo o enredo de los dos papalotes en discordia y de la lucha salia generalmente victorioso el que de los dos tenia echado menos cordel en el aire. Ah! Las luchas que se sostenian! Habia que observer la estrategia y la habilidad de los papaloteros. Aquel media la distancia, vigilaba al contrario y procuraba dejar caer s6lo la punta o extreme de la cola en que estaba sujeta la cuchilla sobre el hilo contrario y en cambio 6ste acortaba la distancia con cau- tela para asegurar el empleo de las taravillas; ora huia, ora se elevaba, marchaba en direcci6n opuesta, se arriaba el cordel para evitar el roce del arma enemiga o en hdbil y r~pida torto- lilla o remolino escapaba apuradamente de una buena maniobra que no daba tiempo a la defense o contraataque bien calculado. Con este juego del papalote movible, inquieto, provocative y travieso habia escenas de todo ginero y las pasiones humans todas se representaban en el aire en aquellas tardes luminosas del verano, antes del afio 1895. Velase el papalote dignisimo, sereno, grave en los movimien- tos, elegant y acicalado, sin que el cordel formase ondas y con el rabo hecho con pedacitos de seda negra o tela de paraguas puestos de trecho en trecho a lo largo del hilo. Estos rabos, a veces muy extensos, otros muy cortos y generalmente muy bien calculados, requerian una practice, un calculo y un conocimien- to especial del arte, sin lo cual el papalote era un fracaso y no servia mas que para elevarse y estarse quieto en lo alto, sino para star dando vueltas y mis vueltas hasta irse de cabeza sobre un muro o tejado distant. Otros veianse muy mal atavia- dos, como si no pudiesen tenerse en el aire, vacilantes y ven- cidos. Aquellos que se metian por todos lados, cabeceando, dan- do saltos como loeos y atolondrados. Muchos sin gracia, quietos