ARCHIVES DEL FOLKLORE CUBANO sas. He visto de noche un gran papalote chino muy elevado, con farolitos encendidos, que ofrecian un aspect fantdstico, muy atractivo a los curiosos. La tradici6n chinesca asegura que el inventor del papalote fue el General Han-Sin, nada menos que 200 afios antes de Je- sucristo, sirviendole las diferentes figures que empleaba aquel estratega, para comunicarse desde una plaza sitiada con sus amigos y aliados distantes, de los que pudo obtener eficaces socorros en moments de verdadero apuro y de angustias. Hace ahora unos cuatrocientos afios que un General coreano en guerra con el Jap6n, reanim6 y llev6 a sus soldados a la vic- toria lanzando ciertos fuegos artificiales en forma de estrellitas muy pequefias encendidas, que se disparaban desde lo alto de una porci6n de papalotes que se elevaron a media noche sin que nadie se percatase de la operaci6n. Aquello se tom6 como un buen augurio del cielo e hizo su efeeto. Otro General chino, Ya-Man-016, valido de un papalote muy grande, atraves6 un torrente, inspeccion6 el campo enemigo, pudo sorprenderlo infraganti y poner en dispersion a las hues- tes entretenidas. En los dias de Tocuyaba, un official chinesco, desde un papalote tom6 cuenta de la situaci6n de las fuerzas destacadas en Yedo, y las fortalezas cayeron en pocas horas en poder de sus hombres, que pudieron atacar los puntos d6biles con seguridades de 6xito. En Nogaya, un lugar delicioso, donde se reereaban los japo- neses en los dias del estio, habia dos pececillos de oro que valian millones. Un bandido Ilamado Yshikaya-Guernon quiso robir- selos con el empleo de un papalote y el auxilio de unos garfios ingeniosos. Este bandolero fue indudablemente precursor del sistema que empleAbamos los muchachos de mi 4poca, no precisamente en robar pececillos de oro-que no los habia en ninguna parte- sino en depositar cartas y notas amorosas en manos de la novia, atdndolas al extreme de la cola o rabo de nuestros papalotes. La muchacha vivia, por lo general, en el propio vecindario; por las tardes aparecia la sin par en la azotea, con el pelo suelto y atadas las trenzas con lacitos blancos o azules. Nuestro papalote empezaba a hacer piruetas en cuanto la veiamos salu- dar alegremente y a poco rozaba junto a ella nuestro artificio y le dejaba el billete carifioso, hinchado de pasi6n, al que daba