RET33O DE PERZODISTAS Desde dos afios antes habia sentido una inquietante curiosidad por deseubrir sm America. :El prop6sito crece en Dickens, hasta obsesionarle y dominarle, tal vez alimentado subrepticiamente con las pueriles !agrimnas de la esposa, que llora a cada anuncio del viaje, pues hombres y mujeres solian entonces respetar la inmensidad del Oc6ano. Pero al fin, en 1842, pisa el grande y regocijado Dickens la ciudad de Boston. Le reciben con aclamaciones entusiastas, como a un politico. El gran hu- morista "'tuvo que soportar los sofocos de la gloria". Le hacen coro poetas y es- critores yanquis: Washington Irving. Prescott, Hofman, Bryant, Dana, Alston... Y todos esperan deslumbrar a Dickens con los prodigious "made in America". Los ingenuos yanquis ro conocian bien al nucvo descubridor del Nuevo Mund . Sabian que era algo asi como el Arcngel Rebelde en el rancio y mon6tono reino vie- toriano. Vein a su pais, a la traditional Inglaterra, con los ojos de un dem6cra.a yanqui, segin el ingenioso deeir le Chesterton, y parceia, en consecuencia, el ingles adecuado para asombrarse dc los progress de la democracia americana. Nadie comprenderia mejor que 61 a los Estados Unidos. "Por lo demas, afiade Chester- ton, puesto que habia pintado conmo un desierto a la Inglaterra antidemocratica, era deducci6n muy just que debia clogiar a la America democrAtica como a un genuine paraiso". Pero Dickens no perdi6 la cabeza con el vino fuerte de los halagos po- pulares. En su imprescindible libreta de 61timo descubridor del Nuevo Mundo, con gesto displicente, pudo escribir la sentencia definiti:a: "Prefiero a mi vieja In- glaterra". No lo hizo, desde luego, al pie de la letra; pero sus "Notas americanas" significant lo mismo. Los dickensianos discuten todavia las causes y cona:lusass de esa visidu d