RETIRO DE PEEIODISTAS -ilan perdi'do el tren y vienen por la carretera-contestc el doctor (,on acente inseguro. -Bueno, asi lo espero-replie6 nialhumorado el Presidente.-Esta villa ties* much iniportaneia y no admit nmnos de tres oradores. Qued6 silencioso y despu6s de un moment afiadi6: -Pero es el caso que hay much pueblo fuera de la estaci6n y cl efecto seri desastroso, si no aparece mnls que Ud.. Le repito que aqui se ofenderian con raz6n. jQuidn es ese joven -afiadi6 sefialAndome, pues yo muy intrigado estaba detrds do mi compafiero de viaje. -UTn amigo, periodista de La Habana. --Y si fuese a su lado al entrar en el pueblo? Comno cs forastero lo toinariat por otro orador, y el efecto no serin tan nmalo. Dos orndoi., e s pioeo, pero en fin son mAs que uno. Yo asistia a est esceena alborozado, y no s61o porque nada se otionia a que mi viaje resultara mis divertido de lo esperado, sino porque pens6 que aquel personajo rural podria serme ftil en mis prctensiones, acept6 la propuesta sin necesidad do siplicas. Todo arreglado, se puso en march la comitiva y salimos de la estaci6n. BI m6dico y yo en primer fila. LEl Presidente nos seguia diciendo a cada nmoimento a los que so aproximaban a nuestro paso: "No han ilegado mins que .1os, los otro. vienen por la carretera". Yo inarchaba con aire important y oia frases como bstas: -El de la izquierda es muy joven. -Si, pero debe ser un pico de oro, cuando lo traen. Por fin legamos ya de noche al local del Circulo Reformista, y pasainos a us sal6n donde lucia una gran mesa preparada para un verdadero banquete euya vista me produjo vivo deleite, despues del cansancio del viaje. Temi un momento quo terminado mi papel, no tuviese derecho a tan suculento Agape; pero no fu6 asi, so me rog6 que me sentara a la mesa a la izquierda del Presidente, lo que hice muy complacido. No faltaron las frituras mixtas, el pargo a a n ayouesa, el filcte a la jardinera, ni el Rioja alambrado, el Jerez, Sanehez Romate y el Ch'iampage de la viuda Clic- quot, de las grande. comidas rurales. Realmncte era nrquel un pueblo qu se nmere- cia tres oradores. Al final el President ilijo palabrc: atinadas aunque algo con. fusas, pues para animarse en aquel trance abus6 de lay distintas bebidas, saludando especialmente a lo.s oradores de La Habana. Contest con verbo el midico politico, pero "pico de oro" se reserve y nada dijo. Tomamos caf6, guard la olorosa breva que me ofrecieron para llevarla a mi palrc, segiin mi costumibre de buen hijo, y todos nos dirigimos al local donde iba a celebrarse el i:eeting politico, invadido ya de un pfblico numeroso, en el que abundaban las damask, dispuostos todos a aplau- dir a los oradores habaneros y a bailar cuando terminasen los disrursos. Entonees yo con la decision que da una bucna coiiida, .ie dirigi al Presidento y le dije: -He tenido el mayor gusto en prestarmc a sus ldseos, haciendo dr orador, pero como ahora van a empezar' los discursos mi papel lha terminado por complete. Y sin oir observaciones ni ruegos de los que me I. 'lian que nitelanzara a la tri- buna, fui a confutdirme con el piblico. El pobre madli,. estuvo dlC'sirsran.o cerea