RZETIO DE PERIODIBTAS Mario Garcia Kohly, Embajador en Madrid; Manuel S. Pichardo, Consejero de esa Embajada, que muri6 en su puesto como Encargado de Negocios despuds de haber realizado una labor meritisima; Julian de Ayala, much tiempo C6nsul General en Liverpool y despues Inspector General de Consulados, y yo Ministro Plenipotencia- rio retirado despuse de mAs de veinte aios en el servicio exterior de la Repdbli- ea (1). De todos, Pichardo era el mAs literario en sus cr6nicas; en cuanto a mi, trataba de no olvidar que la gracia de ese gdnero estriba en que sea superficial y 1;- gero. No s6 si me sonreia el Bxito, aunque despu6s mas de alguna dama me ha mostrado entire sus viejos papeles algin recorte de peri6dico, amarillento, con la firm de "Javier". jHabrAn tenido esa fortune mis otros escritost Mucho lo judo. Como ya he dicho, mi constant preocupaci6n a pesar de mi aparente indiferca- sia era abrirme paso, ir hacia adelante. Alguien me dijo que un cargo de Secreta- rio de Ayuntamiento en lugar de importancia, era medio seguro de obtener alguna posici6n, si yo estaba dispuesto a sacrificarme por algfn tiempo, dejando mi vida atractiva y elegant de La Habana. Precisamente habia vacado el cargo en ana villa pr6spera y cercana a la capital. Yo no quise ser menos que los que aban- donaban las dulzuras habaneras, para ir a fomcntar lejanas colonies de caia, aun- que no faltasen los que decian que no les gustaba mas colonial que la de Guerlain, ni mas campo que el de Marte, y acept6 la idea sin gran entusiasmo, disponidndome a conquistar la plaza en el concurso anunciado. Cierta tarde tome el tren, provisto de mi solicitud y de algunas cartas de reco- ,mendaci6n, entire cllas una del senior Arturo Amblard entonees el personaje mAs in- fluyente de Cuba. En el mismo wag6n encontr6 a un m6dico de la clase de politi- eos, que hacia campafia por el partido Reformista. No recuerdo su nombre, aun- que tungo miy prescnte su cara, de patillas largas y abiertas y de aire joven. En- tramos on conversaci6n y al punto me dijo que iba a la misma poblaci6n que yo para tomar parte en un gran miting, no ocultandome al propio tiempo su inquie- tud, pues habian perdido el tren dos colegas que debieran acompafiarle: "Sin du- da vienen en coche por la earretera", termin6 con tono decidido y dispuesto a traa. quilizarse. Al llegar al sitio de nuestro destino encontramos la estaci6n Ilena de gente dan do vivas y otros gritos de entusiasmo. El m6dico se adelant6 a la plataforma del wag6n y en seguida baj6 al and6n, haciendo yo lo mismo. Entonces el Presidents del Comit6 Reformista, hombre grueso y de cara mAs bien hosca que placentera, s2 destac6 de los grupos, seguido de algunas personas, sin duda las principles del par- tido. Mi compafiero de viaje se di6 a conocer al Presidente, quien al punto exela- m6: sY los otros oradores? (1) Mario Garcia KouI'y dli pronto a 'onocer sus talents oratorios que tan,o le valieron en la political y -n su misi6n diplomAtica en Espafia. A mi me atraia ex- traordinariamente la oratoria, no imaginando triunfo comparable al del orador que conmruve a una gran asamblea. Bajar de una tribune emocionado y afn vibrant, aplaudido y aclamado, era para n:i 1 expres;6n mis deseable del renombre y de la gloria. He tenido algunas oportunidades de hablar en pfblico, aunque d:lut6 como orador de una manera bastante original. hasta el punt que si se me citara entire los actors del siguiente suceso que voy a relatar, so me nomibraria: "UTn ,orador qu. no habla.