no estaba en ese puesto por el gobernador de Macorfs, como decia, sino por recomendaci6n del mismo Presidente. Fonso se qued6 callado, pero Rosendo no se pudo contener: -iJesdi hombre! iVa a ser! Yo lo habfa ofdo, pero ni atenci6n le puse a quien lo dijo. iDizque Lao politico! Rosendo no podfa tolerar eso. UC6mo iba a ser politico un hombre que no ha peleado nunca? iD6nde se habia mencionado ese endeviduo? Qud cosa habia hecho Lao? Si alguna persona estaba autorizada para saberlo era 6l. Nunca lo oy6 nombrar. Hablarle de polftica a Rosendo Santana que habla tirado tanto tiro en esa vida. iQu6 ocurrencia! El si que podfa hablar de eso. Hizo de todo. Tuvo sus buenos tiempos. No tenia nada, porque todo lo que ganaba en la political lo perdia. Por eso habfa renunciado a ella. El campo le daba mejor resultado. Cuando joven estuvo en una revoluci6n y entonces fue cuando mis sufri6. El culpable fue el alcalde del Soco, un tal Marcelino, que lo embull6, ha- ci6ndole mil promesas. Trabajaba en una tumba entonces y de ella se fue junto con otros compafieros de trabajo. Arras6 montes sin piedad, pas6 hambre de vicio, durmi6 en los montes de las Quince Caballerfas, se le pegaron unas mazamorras de todos los diablos, le dio calentura. Bueno. Las calamidades fueron muchas, pero eso fue lo mas poquito que le pas6. Cinco meses estuvo por el monte. Una veces con tres, otras con quince o veinte. La ropa que llevaba y con la que sali6 de la tumba se le hizo pedazos encima. Y no qued6 en cueros porque asaltaron una bodeguita y consiguieron camisas y pantalones hechos. Pero por un tris pierde la vida, porque el duefio de la bodega y el dependiente se defen- dieron a tiros limpios. Pero lo bueno de eso es que el alcalde se pas6 al gobierno y los dej6 solos. Ni un revolver pudo conseguir, porque le quit6 uno a un mayordomo y despues se lo quitaron a 6l. Andaba todo el tiempo con un siete clavos y un machete mocho. Cuando el alcalde lo convid6 le dijo que esperaban carabinas de Macorfs, pero no las vio. Fuera de un pata de mulo que tenfa un tal Leandro, de El Paso del