Porque desde cualquier sitio se alcanza a ver ahora el cielo limpio,
sin que lo manche una sola copa de arbol ni lo cruce ningun pAjaro. Es
una claridad que corta la vista. Todo de un solo verde que cansa, que
fatiga. Y un calor que no se puede soportar. El sol le derrite al cristiano
los sesos. No se puede dar la menor salida sin tener que cubrirse la ca-
beza, para evitar un tabardillo.
 -Pero, iy los vfveres? DD6nde vamos a descosechar los vfveres? -se
preguntaban muchos.
 Las mejores tierras las habfan perdido. El bajo del arroyo, la cuchilla
de la cafiada Prieta. 1D6nde harfan ahora conucos? UC6mo traerfan los
frutos si tenfan que ir a fundar a las lomas, con tanto camino malo y
sin bestias suficientes? Por alli dentro se darin rabizas y las siembras se
volverin tabucos, porque la distancia impedird ir a menudo para man-
tenerlos limpios. 1D6nde vamos a trabajar conucos?
 -D6nde? -repetfa Jose Lelo, encogidndose de hombros-. iDonde
no estorben! 1Donde se puea!
 Las colonies se multiplicaron con asombrosa rapidez. Todas las tie-
rras apropiadas fueron puestas en estado de cultivo. Por allf no qued6
alambre que no fuera de la finca. La Inocencia, la Elisa, la Esperanza,
Dofia Ana, Juana Lorenza, ocuparon today la faja de tierra que com-
prendfa los rfos. Sobre las cabezas el azul del cielo y abajo el verde uni-
forme de los retofios, reemplaz6 a la variedad de tons del monte y de
los conucos. Apenas queda alguna que otra ceiba a medio trozar o seca,
con las ramas pobladas de pequefios pajaros que apenas se escuchan al
pasar. Los cafiaverales se multiplicaron y ahora habfa que dar innume-
rables vueltas para cruzar de una secci6n a otra y para salir a la sabana.
 Las Malas Mujeres, Tavila, Palmo Espino, Dofia Ana, s6lo existfan
de nombre. La inmensa cantidad de maderas que allf se encontraban
se convirti6 en cenizas. Muchas noches permaneci6 el cielo enrojecido
y tan altas fueron las llamas que allf se vieron, que desde la subida del
Higuamo parecfa que el cielo era un mar de sangre.