FRANCISCO GREGORIO BILLINI


 -No, no diablo, yo no estoy por trabajar para na-
die,--respondi6 el interpelado acentuahdo mAs que nun-
ca su vocesita afeminada, y moviendo ligeramente la
cabeza y los ojos a uno y otro lado, cualidad que le
era peculiar, como la es a todos aquellos que acechan
y que se creen acechados.
 Bail entonces .propuso que no debian hablar a
los muchachos (asi Ilamaban ellos a sus subalternos)
del dinero de Don Antonio, y que solamente se convi-
daran para esa expedici6n, a Llinito, Sindo, Estrella,
Ventana, Mand6, la Guinea, y la Chiva.
 Todos ellos, desde que se conocian, como sucede
entire las gente de ese pelaje, se bautizaban con alguno
de esos motes.

 IV.
 Mientras Solito y Ba6l se ponian de acuerdo en el
plan que debian seguir para llevar a cabo esa misma
noche el asalto que iban a dar a Don Antonio, Musie
se guardaba en la faltriquera de su chamarra un jarrito
de hojalata, que acababa de poner sobre la mesa la
criada de Candelaria.
 -iEhl-----ideja eso----su6ltalo! Siento haber trio
 aqui a ese malonete,-refunfufi6 Bail, dirigi6ndose a So-
 lito.
 Musi6 obedeci6 el mandate, pero Solito no encon-
 tr6 aquello tuviera importancia alguna para que su
 compare se incomodara, y pens6 en apropiarse el jarro
 antes de que salieran de alli.
 La criada trajo el caf6. Musi6 que ya estaba bo-
 rracho, se reia much porque a Bail se le zaf6 la taza
 e hizo otro charco en el manteL En esta vez Bail no
 le prest6 atenci6n.