ENGRACIA Y ANTOMITA ceridad del sacrificio; y asi, todo, todo, de esta manera criminal, se acaba para ella al recibir el desengaho. iAh! con ese espejo por delante, equ6 har6 yo pa- ra rivalizarla----- ? iQu6 desgraciada soy!-concluy6 di- ciendo Engracia, y al sentirse invadida por el lanto, apoy6 los codos en la mesa y se cubri6 la frente con las manos. Antofiita en este moment, no pudiendo resistir la lucha que sostenia en su coraz6n, se levant6 de su asien- to y alejandose algunos pasos: --Se cree desgraciada!----y se aflije---y Ilora. Dios mio! iY yo no lloro!-balbuce6 temblindole el labio, y tragAndose las lagrimas que del borbot6n que hervia en su interior saltaban a sus ojos. I. Asi quedaron por algfn rato en silencio, y en aquel intervalo sus imaginaciones eran dos hornos en done se caldeaban las ideas, que surgian al ardor de las pa- siones de que estaban poseidas. Engracia en el mayor desconsuelo buscaba en su interior y no hallaba medios de darle pruebas de su amor a Enrique, que se igualaran a las que habia reci- bido de Eugenia Maria. En aquella posici6n, con sus lindas manos en la frente, su cabeza medio inclinada, y el brillo de sus pupilas humedecidas aim por el lanto, parecia la estatua del dolor, representada en la lucha con el tormento de una idea; y Antoiiita que ha- bia recostado el hombro en uno de los horcones de la puerta del patio, consideraba su dificil situaci6n, y saltan- do con e! pensamiento el recuerdo de muchas cosas atro- pelladas, habia iiegado a las fiestas; recorriendo en ei