ENGRACIA Y ANTOSITA sin que se escapen ni el Alcalde, ni el Comandante de Armas de pagar la mu:ta que le imponen, invadiendo luego con estos press, en sus algaradas de alegria, a las casas de familiar que abren sus puertas de par en par y brindan los licores; las corridas a caballo de hombres y mujeres, y sobre todo, los rumbosos y con- curridos bautizos, en los cuales todavia hay quienes al presentar el ahijado a los padres, se enserian much para decirles: "Aqui tennis a vuestro niiio; nos lo entregasteis mo- ro, y os lo devolvemos cristiano". IV. Pero si todas esas cosas han causado el jibilo de las fiestas, ninguna ha merecido tanta fama, como El juego del canastillo. Y por haber sido El juego del canastillo, como lo Hiaman aqui, una sorpresa original de la siempre inge- niosa Antofiita, nos permitirin los lectores que hablemos de 6! en el siguiente capitulo.