XIII DELIRIO EN LA BAHIA El negro majestAtico, pulcro y silencioso, de ojos cerdleos y sereno mirar, se agitaba inquieto y trastornado. De su pe- cho salian palabras incoherentes y lamentos dolorosos. Sus bra. zos se movian buscando imaginarios asideros en el aire. Una inquietud terrible lo embargaba. Parecia acosado por visions horrorosas... Un ataque de neurosis, diagnostic el doctor, y le aplic6 calmantes. En la madrugada se durmi6. Cuando des- pert6, al medioaia, Josefina estaba junto a su lecho. Le hizo tomar una. taza de caldo y con el pafluelo enjug6 su frente su. doi-osa. -iTe sientes mejor? -Me duele much la cabeza. Cuando me bafie en el mar se me quitara. -El doctor quiere que te quedes acostado todo el dia. Toma esta pastilla y te sentirAs bien. Al otro dia se fue, en la madrugada, caminando, por la cresta de la loma. Dej6 su cayuco abandonado, junto al mue- lle de Anadel. Al Ilegar a su choza, se desplom6 en la arena de la playa y perdid el conocimiento. El sol del mediodia y la dura pleamar lo ungieron con sus rayos y sus yodos... Cuando al atardecer Ilegaron Vergara y el doctor a buscarlo en un bote de motor, lo encontraron, desnudo, sentado en la arena, cruzadas las piernas, como un faquir, tranquilo y sonrei- do. Al mirarlos, pregunt6, casi como si hablara consigo mismo: -eYa los policies soltaron a Rosina? (Se curard su pierna rota el profesor...? aPor que le cortaron Ia lengua al detecti- ve...? eQuien le rob6 sus pantalones a la sefiorita Madelaine? Vergara y Desaix se miraron, asombrados. Comprendieron. eQu6 haremos con 61? -se preguntaron-. Entonces... lo visti- ron y se lo Ilevaron a Anadel. Sonreia, como un nifio. Se dej6