restricciones, esclavizandonos a extremes insoportables ya. En la ciudad se .vive soslayando el delito, que nos acecha en todas parties; esquivando el reglamento, que intervene en todos nues- tros actos, abrumando nuestra voluntad. Somos una generaci6n de esclavos, los nuevos parias, los ilotas de la civilizaci6n. -ZAiioras, acaso, el desierto de la Tebaida? -Ni siquiera anacoretas podemos ser, porque toda la faz de la tierra estS ya invadida y dominada por la mecinica de la civilizacidn. Nada escapa ya a la rozadura de la vecindad. Mo. riremos ahogados por falta de Espacio Vital. -Samana te ofrece el yermo que ambicionas. Aqui encon- trarAs el mas perfect monacato; clausura para tu alma aque- jada de esa enfermedad terrible que consiste en no tener en- fermedades. Constrtyete aqui una Trapa y dale rienda suelta a tu naciente misantropia. En esta reclusi6n seras un hongo. Nadie molestarA al cartujo que desert de la supercivilizaci6n y que en este Sahara de aguas verdes se convierte en ostra. Te ofrezco este Cenobio de dulzura y de paz spiritual, para que seas el Eremita del siglo veinte... S61o te pido una cosa. -iCuAl es? -El privilegio de ser tu sombra... Mientras cenaban, el doctor Louis Desaix disert6 acerca de los hongos y su papel en la gastronomia. Explic6 que se tra- taba de plants completamente desprovistas del element que caracteriza a los vegetales: la clorofila. Se reproducen por medio de una simiente casi microsc6pica llamada espora, que abunda en el aire y que al encontrar ambient propicio germi- na, dando nacimiento a unos filamentos que reciben el nombre de micelios. Al desarrollarse las esporas, adoptan diferentes formas, dando origen al hongo, la seta, la trufa, etc. Hay una variedad extraordinaria. Desde el punto de vista puramente cu- linario, se dividen en comestibles, venenosos y sospechosos. Crecen en la superficie del suelo, bajo la tierra o adheridos a los troncos de los Arboles. Prefieren los lugares himedos y obscuros. Tienen un olor muy vago, indefinible casi, pero su sabor es peculiar y inico y la ternura de sus tejidos es mara- villosa. Entre los venenosos los hay que son de acci6n mortal, violent. Lacusta, la envenenadora official del palacio de los Cd- sares en Roma, era una expert en el conocimiento de estos ti-