site afios con muy buena salud. Un historiador contempor- reo del Rey dej6 escrito: aNinguna fatiga, ninguna injury> del tiempo podia sacudir esta figure; la lluvia, la nieve, el calor t6- rrido lo dejaban siempre indiferenten. Saint-Sim6n recuerda que cuando se hizo la autopsia del cadAver del Rey, se encon- tr6 que la capacidad de su est6mago y sus intestines era el do- ble de la de los hombres de su estatura. -Fue un fagocito gigantesco -observ6 el Doctor-. Debid sufrir de hiperclorhidria, de fagedenia incoercible. Sin embargo, no lleg6 a la obesidad, segdn se puede ver en las pinturas y esculturas que de e1 se conservan en nuestros museos. -Otro gran glot6n de aquella 6poca fue Luis el Moro, Du- que de MilAn: sus comidas diaries, que siempre celebraba ro- deado de un numeroso grupo de palaciegos, constitulan ban- quetes descomunales, en los que se servian terneras y jaba- lies asados enteros, que Ilevaban a la mesa en palanquines; pastels gigantes que era necesario llevar al comedor montados en plataformas con ruedas, y que a veces, al ser abiertos por los criados, dejaban escapar bandadas de palomas voladoras. En Espafa, Cervantes nos deja at6nitos describiendo los man- jares del banquet con que se celebraron las bodas de Cama- cho: