tos. El Mayordomo y el Trinchante Real se lavaban las manos en presencia del Rey y le colgaban la servilleta del cuello. El Copero Mayor ofrece a Su Majestad una fuente con agua para cue se lave las reales manos. El Trinchante Mayor va presen- tando al Rey los diferentes plates y dste escoge los de su agra- do. El Prelado Mayor de Camara bendice la comida. Los co- mensales, que han permanecido de pie junto a sus puestos en la mesa, esperan que el Rey termine de comer. Cuando el Fruter present los postres al Monarca, los invitados se sientan y co- mienzan a comer. El Limosnero Mayor da las gracias a Dios, y el Rey se retira a sus habitaciones dejando a los comensales ter- mninar la comida. Hubo una dpoca en que estas comidas reales eran piblicas y el populacho podia verlas a trav6s de las rejas que protegian las ventanas del comedor. -En el capitulo en que trato de los banquetes ya habl6 de los grandiosos festines ofrecidos por el obispo de Sigiienza, don Pedro de Mendoza, al Cardenal Rodrigo Borja, conocido luego como el Papa Alejandro VI durante la visit que dste hizo a Espafia para imponer el Capelo Cardenalicio a dicho obispo, .-si como el que fue ofrecido a Cdsar Borja en la ciudad de Lyon. La fastuosidad de estos banquetes constitufan el es- piritu del Renacimiento. Una costumbre novedosa se impuso, como manifestaci6n de las nuevas ideas: al finalizar estos ban- quetes, un literate, un poeta, un humanista, dictaba una confe- rencia que los convidados escuchaban con gran atenci6n. Lo- renzo de Mddicis El Magnifico., en su palacio de Florencia, hospedaba a los grandes poetas, pintores y escultores de su epoca, concedi6ndoles los mayores privilegios. Segismundo Ma- latesta, el gran Giielfo, ofrecia unos banquetes cuyo lujo y fas- tuosidad no tienen paralelo, y despu6s del hartazgo pasaba a su enorme lecho donde media docena de nifias lo aguardaban para ser desfloradas. El anciano Dogo de Venecia, Pietro Noce- nigo, a raiz de una enorme hartura, muri6 de una apoplegia en los brazos de ocho nifias de doce afios de edad que le habian mandado de regal desde Turquia. El Soberano de Perusa, Pao- lo Boglioni, comfa desnudo en una inmensa cama-comedor que se habia hecho construir, mientras acariciaba a su hermana de once afos, desnuda tambitn, en presencia de sus invitados. Miembros prominentes del Clero italiano disponian de grandes cocineros y ofrecian festines opulentos acompafiados por sus concubinas. Igualmente se comportaban los Principes de las grandes Casas: los Manfredi, los Pandolfos, los Sforza, los Este,