ciosco-observatorio. Ya empezaba a declinar el sol y el aire era tibio. Madelaine llevaba una falda blanca y blusa de en- cajes amarillos que dejaba ver sus brazos y sus hombros. Te- nia el pelo recogido hacia atrAs y lucia fresca y content. Ri6 a carcajadas de las ocurrencias de Trigarthon. El professor se dio cuenta de que Madelaine ignoraba lo que ocurria entire Rosina y el muchacho, y cuando se lo revel6 aquella se qued6 giuda de asombro, y no pudo evitar una exclamaci6n: -iEs una cochina! eC6mo ha podido conseguirlo? Ese mu- chacho era un Angel de inocencia, a tal extreme, que en el pueblo le llamaban El Doncello. -Lo sd, Madelaine, y no tratard de justificar mi tolerancia. No s6 que debo hacer. Rosina me es indispensable en el tra- bajo, Ademas, va contra mi manera de ser inmiscuirme en asuntos de esa clase. Tampoco quiero despedir a Trigarthon, porque cometeria una injusticia. Me he encarifiado con l1 y no quisiera que se fuera. -Le hablar6. No te preocupes. Lo conozco desde que era un niiio y su madre lo mandaba a Samana a vender pescado. Temo que el trato con ustedes durante estos limos meses ha- ya alterado su antigua simpleza y que ahora estd aturdido por reserves mentales, inhibiciones y complejos. Mafiana tem- prano le pedird que me lleve en su cayuco a dar unas vueltas por la Bahfa y tratar6 de disuadirlo de su prop6sito de irse a su casa. Ya te contar6 el resultado de mi entrevista con... c6- mo es que le llamas? -Poseid6n... En esta apacible mafiana de amortiguada claridad, el mar se visti6 con cendales de espuma. El aire jugaba con los Arbo- les, en pueril divertimento de polif6nicos matices. El tierno blancor de las nubes saturaba el ambiente de benign inocen- cia transparent. Inc6gnitos rumors se esparcian por el aire deshacidndose en semibelos inaudibles casi. Los amantes metafisicos, con el alma en las manos, asidas incorp6reamente, sobre la arena de la playa caminaban des- calzos. El beso de las rientes olas en sus pies, los impelia, ala- damente, hacia la gruta, tabernAculo de su pasi6n amistosa y sana. Se sentfan unidos por el jdbilo de saberse limpios. Se acomodaron en las rocas, junto al mar, y el transl6cido colo- quio fue un rimero de dulcisonas caricias.