leria de arriba, mientras ellos hablaban, 61 podia mirarlos sin ser visto y creia haber descubierto que ninguno de ellos escu- chaba lo que decia el professor sino que se acechaban los unos a los otros como si reciprocamente se temieran. aPor qu6 lo obligaban a quedarse all arriba todas las noches, si 61 no comprendia lo que hablaban? Por algunas palabras habia deducido que el inico tema de aquellos largos discursos del professor se referia solamente a la comida. Desde el yate train todos los dias grandes trozos de came y de aves y verduras y muchas botellas de vino. eEs que aquellas gentes s6Io vivian para comer? La estrechez de su cerebro no lo dejaba aclarar sus pensamientos pero de una cosa estaba seguro y era que s6lo pensaban en comer y en ocultarse los unos de los otros para aparearse como los animals. No se atrevia a asegurarse a si mismo que Vergara y Rosina, y Leroy y Josefina se estaban amando en secret. Y ahora... el professor y Madeleine... iYa era demasiado...! Sentia asco de viVir entire aquella gente. Por qud no se iba ya para su casa, donde nadie lo molestaba y no se le Ilenaba la cabeza de ideas complicadas y que tanto le estaban molestando? Pero no podia hacerlo... Cuantas veces lo intent6, le falt6 decision para levarlo a cabo. Comenzaba a sentir desaz6n cuando pensaba que Rosina y Vergara... A ve- ces despertaba a medianoche con deseos violentos de estar con ella y sospechaba que allA, en la casa grande, estaria acos- tada con otro hombre. Aquella idea le dolia y lo ponia inquie- to y desesperado, y sentia impulses de ir y separarlos y pegar- les hasta sacarles sangre. Pero nunca. se decidia. Estaba per- plejo, irresoluto, sin voluntad alguna. Ahora no se atrevia. a pe- dirle consejos al abogado Vergara: Le temia, evitaba encon- trarse con dl. Casi le repugnaba su. presencia. Vivia angustiado, como si presintiera que algo terrible iba a ocurrir. Al otro dia como de costumbre se levant6 muy temprano. Sintid vivos deseos de bafiarse en el mar. Se puso su traje de bafio y a! Ilegar a la orilla encontr6 al Detective con su pipa en los labios. Al ver a Trigarthon en el agua subi6 al muelle y sentindo- se en el piso de tablones le pregunt6: -Estis cambiando tus costumbres. Ahora te bailas de ma- drugada. aPor qu6 has dejado de hacerlo antes de acostarte? Sinti6 rabia por las preguntas maliciosas que siempre le hacia aquel hombre, y le contest6-: Por que los sefiores allA