y que el jefe de la tropa envi6 a su esposa la Duquesa de Abran, tes. -Los tiempos y las costumbres empezaban a cambiar por- que estaban sucediendo cosas raras en el mundo. Los portugue. ses y los espafioles descubrian tierras ignoradas hasta enton- ces y una agitaci6n desconocida conmovia a los hombres. Se avecinaban acontecimientos imprevistos. A1 arriba, en la Re- nania, a la orilla del Rhin, en un pueblo llamado Maguncia, un tal Juan Gensfleisch, inventaba unos caracteres m6viles que al ser entintados e imprimidos o prensados sobre papel reprodu- clan letras. La Imprenta estaba naciendo. El loco aquel de Ma- guncia se apodaba Gutemberg. Con su invento, los libros se propagarian y seria mAs fAcil adquirir cultural. Se acercaba el moment en que una princess de Espafia, al casarse con un monarca francs, impondria en la Corte una nueva bebida he- cha con unas almendras traidas de M6xico que ali lamaban cacao y que luego los botAnicos bautizarian con el nombre de Teobroma, alimento de dioses. -El emperador Carlos Primero de Espafia y Quinto de Austria, con el descubrimiento de Amirica por sus vasallos, se hizo duefio de medio mundo y como era un buen glot6n su co- cina se convirti6 en el laboratorio en que se experimentarian los nuevos comestibles hallados en las lejanas tierras allende los mares. Este extraordinario monarca conserve su apetito hasta el final, dando much que hacer con su tragonfa insaciable a los frailes del convent de Yuste, donde se asil6 huyendo de su imenso poder. Colm6 de honors y riquezas a sus cocineros y concedi6 el privilegio de usar escudo a Sebastian Elcano, por su proeza de encontrar las Islas de las Especierfas, disponien- do que en el escudo pudiese ostentar las figures de la canela, el clavo y la girof. La Edad Media tocaba a su fin y la cocina se preparaba pa- ra recibir los grandes cambios del Renacimiento. Cuando Trigarthon se acost6 despu6s de la medianoche, no podia conciliar el suefio. Pensaba que el professor, por quien habia sentido tanto respeto y admiraci6n, se interesaba dema- siado por la sefiorita Chanac. La idea le revolvi6 el est6mago. Son los mismos -pensaba-. Todos iguales. Solamente hablan de comer cosas extrafias. Desde su obscure rinc6n en la ga-