ban parte en el banquet separadamente; en los pueblos escan- dinavos las mujeres sentabanse en los extremes de la mesa; los hombres en el centro. El senior tomaba asiento en lo alto deba- jo de un baldaquino, frente a una mesa destinada a los miem- bros de la familiar y comensales de distinci6n y teniendo detrAs ,rtisticos armarios y bufetes para la vajilla y demis utensilios de mesa. Comiase con los dedos, por lo que era indispensable Un servicio especial de agua para lavarse las manos y toallas para secarlas. Un maestresala cuidaba de todo lo concerniente a la mesa. Un copero servia las bebidas. El rey y el Sefior te- nian su Copero y su Despensero especiales. Un trinchador, en adjunta mesa, desmenuzaba los manjares. Los plates eran de plata o de estafio. En las fiestas solemnes, hidalgos a caballo traian la comida del Sefior; un caballero con una rodilla en el suelo presentaba las comidas a los invitados y luego las lle- vaba al encargado de cortarlas. Los intermedios de las comi- das eran amenizados por representaciones mimicas y bufona- das, situindose los actors por entire las mesas doubles, ya en use en el siglo XV. Hecha la comida principal, se quitaban los manteles; a continuaci6n se hacian juegos y luego se servia el postre de dulces y compotas. La list de manjares de aquel tiem- po comprendia: comidas de care y caza (lir6n, gamuza, bison- te, osos); aves (faisin, cisne); pescado salmonn, esturi6n, sal- monete, bacalao) y frutas. -Tales eran las comidas solemnes, tan del gusto de la so- ciedad caballeresca de los siglos XIV, xv y xvi. Los presents ceremoniales de los Principes de hoy dia, se derivan de aque- llos tipicos banquetes. El Gobierno de Venecia, en determina- das fiestas del afio, celebraba grandes comidas; en Zaragoza, en la Pascua del 1328, se solemniz6 la Coronaci6n de Alfon- so IV con innirmeros festines. Tambien tuvo fama el banquet dispuesto por el Conde de Lancaster para el Rey de Portugal en 1386 descrito por Viollet Le Duc; el dado por Enrique de Inglaterra al que asistieron 3.000 caballeros. No eran menos sun- tuosos los que celebraban algunos eclesiAsticos, en la clausura de sus Abadias o en los palacios Episcopales o en la discreta soledad de los Conventos. Los recetarios antiguos se guardaban como c6dices preciosos en las areas de los Monasterios. Nos cuenta Escoffier, con un dejo de ironia, que el trofeo mas va- lioso que los franceses trajeron de la conquista de Espafia fue un recetario que encontraron en el Monasterio de Alcintara,