dos flores estallantes. Trigarthon la tom6 en sus brazos y la su. bi6 al cayuco... -Casi nos ech6 de su cabafia. NEsto no es un circo para que vengan a verme como si yo fuera fen6meno*, fueron las palabras de aquel campesino iracundo. ZQu6 hicimos para me- recer su repudio? -pregunt6 Vergara. -Yo no comprendia lo que hablaba, pero sus gestos eran mas que suficientes para darme a entender que no queria nuestra visit. -Son brutos y orgullosos estos campesinos. -La esposa se escondi6 y la hija nos miraba con asombro -dijo el doctor-. Y es bonita la criatura. Debe estar entran. do en la pubertad porque ya a trav6s de su ligera ropa se de- nuncian sus formas femeninas. Debemos library al professor de toda tentaci6n... -Ya dej6 de visitarlos. Parece que el tullido presume que el professor esta interesado en su hija. Para evitar complica. clones le aconsejd que descontinuara sus visits. Pero la nifla ha ido dos veces a la pequefia ensenada de Clara, pr6xima a Anadel, y alli espera al professor, aprovechando las caminatas que dste suele hacer casi todas las mafianas hasta la gruta de las N6yades. El detective se consider obligado a contarme estas cosas, para el caso de que se estimara imprudente esa amistad con la nifia. --Y usted qu6 piensa? -Debemos ocuparnos de este asunto. Usted, mi querido doctor, es el hombre liamado a poner un poco de orden en la conduct de nuestro apreciado compafiero, a quien parece que la bahfa o la luna, como diria Leroy, ha hechizado un poco. No me compete tocarle un asunto tan intimo y delicado. La actitud del padre de la muchacha se me hace sospechosa. Po- drfa ser un ardid. Es possible que ese padre induzca a su pro- pia hija a insinuarse al personaje extranjero, para luego extor- sionarlo. Los campesinos son en extreme maliciosos y entien- den muy poco de moral. -8Cree usted que debemos comunicar estos temores at se. fior Leroy? Es el abogado personal del professor. -No lo creo necesario. Mientras ustedes esten en mi pals, yo soy el abogado responsible de su seguridad. Como used