0odo tal que cada uno prepare solamente cinco porciones de cada plato, para cada cinco de los invitados. Una orquesta de cuerdas ejecutaba antiguas melodies de la dpoca de Maria An- tonieta. Los champagnes de 1900 y 1895 fueron escogidos por- que isos eran los ainos de nacimiento de los monarcas. Los di- rectores de este event social, grandiose en los anales de la gastronomfa mundial, quisieron, y Io lograron, imprimirle un iare de sencillez, gracia y distinci6n, para asi romper la auste- ridad y frialdad de los actos oficiales. El mend consisti6 en ocho servicios. El primero incluia mel6n y ostras; el segundo pescados del Lago de Annecy; el tercero filetes de cordero; el cuarto timbal de codornices; el quinto lonjas de Ansar; el sex- to supremas de pollas cebadas del Bresse; el s6ptimo trufas a la moda del P6rigord y el octavo, que fue el postre, crema he- lada Y melocotones, los famosos melocotones de Montreuil. para cada servicio se ofreci6 el vino correspondiente, de las mis apreciadas cosechas de Francia de los iltimos cincuenta afios. Lo 6nico lamentable fue que Jorge VI era disp6ptico, y so dijo que disimuladamente le sirvieron purd de papas y un tro- zo de solomillo asado a la parrilla, sin condimento alguno. En el almuerzo se regalaron con una gran fuente de cangre- jos preparados segdn la ,receta de Trigarthon. Este habia es- tado tres madrugadas consecutivas alumbrandolosr en la playa de Clara, m6todo que consiste en encandilarlos con hachos encendidos: la luz los paraliza y asi pueden ser atrapados con facilidad. Habia seleccionado los mis grandes y gordos. Jose- fina y Trigarthon asistieron al cocinero en la preparaci6n del guiso. Despuds de bien limpios se cortaban en trozos y por veinticuatro horas se marinaban en zumo de naranjas agrias y hojas y semillas sazonantes que Trigarthon habia trafdo de su casa. Luego eran hervidos, junto con tomatoes silvestres, pe- quefios y de intense gusto, en abundante leche de coco, hasta dejarlos sofreir en su propia grasa, amarilla y suculenta. El professor hizo el elogio del guisado, atribuy6ndole un possible origen Polinesio. Se habian colgado servilletas en el pecho y usa- ban las manes en lugar de tenedores. -Asi saben mejor -de- cia Rosina, saboreAndolos con voraz apetito. *