den los incautos viajeros a pagar precious inauditos por un plato con nombre rimbombante. -En los tiempos actuales los banquetes siguen constituyen. do un medio para los hombres reunirse y discutir sus pro- blemas con el espiritu content, porque nada hay que ablande eans el coraz6n que la vista de una mesa cubierta de manjares. Los Animos se entusiasman hacidndose mis facil decir que si cuando en otras circunstancias no lo hubidramos dicho. Los negocios se resuelven con mayor facilidad que en el Ambito austero de una oficina. Para los diplomiticos y los politicos, para los comerciantes y los artists, la mesa es mejor que el escritorio para zanjar dificultades y lograr acuerdos. Los pro. blemas entire Estados se solucionan mas pronto en un ban- quete que en los estrados de una conferencia international. La relaci6n fisiol6gica que existe entire el alma y el est6mago se pone de manifiesto en estas ocasiones. Hasta se ha Ilegado a decir que esa red de filamentos nerviosos y vasculares que estd sobre el est6mago y que se llama plexo solar, es el asien- to del alma. La acci6n de los manjares y los vinos en el orga- nismo, parece que excita las secreciones glandulares, a tal ex- tremo que nos sentimos euf6ricos, optimistas, propensos a la bondad. Las endocrinas inundan el cuerpo con sus secreciones salutiferas y nos ponemos agiles y jubilosos, complacidos y alegres. -Antes de terminar recordemos el banquet ofrecido por el gobierno de Francia a los Reyes de Inglaterra el 22 de julio de 1938, con motivo de la visit official de 6stos a Paris. Tuvo efec- to en la galeria de los espejos del palacio de Versalles. Asistie- ron doscientos ochenta invitados. La sala esaba adornada con multitud de arbolitos de azahares en plena floraci6n. Recuerdo que yo critique ese detalle, por aquello de que o los manjares iban a impregnarse del perfume de las flores o 6stas iban a oler a cebolla. El Protocolo habia exigido que el acto no du. rara mis de noventa minutes, y fue necesario, pues, hacer mi- lagros de coordinaci6n y planeamientos. Ciento cincuenta laca- yos, con pantalones cortos de raso y pelucas empolvadas, aten- dieron al servicio. La mitad de estos sirvienes se mantuvieron inm6viles detrds de los comensales, para subsanar cualquier caso fortuito que pudiera presentarse, mientras los otros se- tenta y cinco servian los manjares. La cocina fue dirigida por Francis Cart6n, president de la Academia de Cocineros de Pa- ris. Se dispuso de tantos cocineros como fueran necesarios de