das. Los pajes ofrecian las servilletas a los comensales. La pre- sentaci6n de la servilleta al Soberano se consideraba un gran honor, reservado al chambelAn. Como comian con los dedos, ya que los tenedores no estaban en uso todavia, las abluciones se renovaban durante el curso de la comida. El pan era bende- cido y empezaban los sirvientes a traer los plates, cuyos nom- bres anunciaban en voz alta. Eran potajes, pescados, entre- meses, carnes asadas, aves. Luego frutas y cremas. Mientras comian se ejecutaba milsica o bailes y pantomimas por los juglares y bufones. Luis IX ofreci6 en Saumur, un banquet al que asistieron tres mil caballeros. En 1378 el Emperador Carlos IV visit al Rey de Francia y entire los festejos figur6 un ban- quete al que concurrieron ochocientos nobles. -El pontificado romano, durante la Edad Media y comien- zos del Renacimiento, fue scenario de grandiosos banquetes. El Clero de aquellas epocas hacia alardes de suntuosidad en la mesa. Prevalecia un deseo vehemente de gozar los place- res de Ia gastronomia. Las grandes families de Italia, los Rimi- ni, los Manfredi, los Malatestas, los Sforza, los Estes, los Ba* glioni, los Borgia, los Farnesio, los Rovere, vivian rodeados de un lujo y esplendor grandiosos, y sus mesas se hicieron cdle- bres. El paganismo se introducia en el cristianismo, con sus lujos, placeres y sus vicios. Los Cardenales eran ricos y se es- forzaban por superarse los unos a los otros con festines opu- lentos. Se entregaban a todos los deleites. Eran pr6digos y libertinos. El Papa Paulo II gan6 fama de ser un goloso im- penitente: muri6 de una hartura de melones en los jardines del Vaticano. En el palacio del Cardenal Pedro Riario se co. mia en vajilla de oro puro. Su magnificencia no tuvo para- lelo y los banquetes que ofrecia a sus amigos duraban dias y noches. No respetaban los preceptos de la Iglesia, y violaban el ayuno cristiano, comiendo came los dias de guardar. Cuando el Cardenal Rodrigo Borja, future Papa Alejandro VI, visit a Espafia, el obispo de Sigiienza, el famoso Pedro de Mendo- za, le ofreci6 un banquet en Valencia que hizo eco en los anales de la gastronomia. El boato que caracteriz6 este festin fue algo inaudito y los manjares servidos fueron verdaderas obras maestras. Se sirvieron unos pasteles enormes rellenos de palomas, perdices, ocas, Anades, cabritos, pavos reales. Entre los actos que tuvieron lugar en el Vaticano para celebrar las bodas de la hija del Papa, Lucrecia Borgia, con el principle Juan Sforza, figure un banquet al que concurrieron cerca de dos-