sus bien modelados muslos y riendo nerviosa por las cosqui- Ilas que le producian las camiguamas. Su entusiasmo contagi6 a Leroy, que hizo lo mismo, arremangandose los pantalones y quitndose- los zapatos y las medias. Era tal la cantidad, que ,as canastas salian repletas, En un descuido Rosina perdi6 el equilibrio y cay6 al agua. Todos gritaron y rieron como chi- quillos. La sacaron entire Leroy y Trigarthon y subi6 a la casa, mohina, chorreando agua. Mientras todos ascendian por la es- calera de piedra, Josefina afirm6 que podrian comer las cami- guamas seguidamente, como hors d'oeuvre con los aperitivos. Basta -decia-, lavarlas bien con zumo de lim6n, para quitarles la viscosidad, y luego secarlas, enharinarlas un poco y freirlas en abundant aceite. La idea fue acogida con calor por todo el grupo. A la media hora las sirvieron, en la sala, tostadas y crujientes. Eran pequefiitas, como de una pulgada de largo, y delgadas y sin escamas ni espinas. El novedoso incident de la pesca de las camiguamas y el zabull6n inesperado de Rosina provocaron divertidos comen- tarios y chistes. Durante el almuerzo todos estaban alegres y conversadores. Ya a los postres un sirviente entreg6 un sobre al abogado Vergara, que hablan traido desde Samani. Despu6s que ley6 su contenido, lo pas6 al professor. Todos advirtieron que su rostro se animaba y sus ojos brillaban y sus labios son- reian a media que leia el mensaje. Al concluir, exclam6, con mal disimulada contentura: -Es de la sefiorita Chanac. Dice que acepta mi invitaci6n y que viene a pasarse el fin de semana con nosotros. LlegarA esta misma tarde. Ya yo habia dispuesto que el cuarto donde estAn las maletas fuese preparado para ella, de modo que no tenga que dormir en la habitaci6n de Rosina. Asi estarAn am- bas mAs c6modas y desahogadas. Cuando empezaba a obscurecer lleg6 Madelaine, en su ca- noa, tripulada por un remero. Detris venia otro bote con su remero, para llevarse al que la trajo, de modo que su canoa permaneciera en Anadel para cuando ella quisiera regresar a Tes6n poder hacerlo remando ella misma. El professor, Verga- ra y Josefina la recibieron en el muelle. Se saludaron caluro- samente. En la sala Ia esperaban los otros compaileros del Pro- fesor.