comenzar el Capitulo Vig6simo, hay un episodio emocionante: El Patriarca Isaac, ya muy anciano y casi ciego, sinti6ndose mo. rir, llam6 a su hijo mayor EsaP y Ie dijo que no queria fallecer sin antes haber comido de los manjares que siempre le habian gustado; le pidi6 que tomara sus armas y fuera al campo a ca. zarle algunas aves, para que se las guisara como t, sabes que me gustan>. Oy6ndolo su mujer Rebeca, y mientras Esau an- daba de caza, le pidi6 a su otro hijo Jacob que le trajese dos cabritos para ella guisarlos en la forma que agradaba al ancia- no. Es bueno recorder la rivalidad que siempre existid entire los hermanos Esad, el primog6nito, y Jacob. Este aprovech6, pues, la ocasi6n para Ilevar los cabritos guisados a su padre y, haci6ndose pasar por Esat, pidi6 y obtuvo del viejo Patriarca su bendici6n. Al regresar Esad con las piezas cazadas, se descu- bri6 el engafio, pero ello no fue 6bice para que Esaf tambi6n recibiese la bendici6n de su padre. En el viaje que subsecuente- mente hizo Jacob a la Siria en busca de mujer, cumpliendo el mandate de Isaac, se durmi6 en el camino y durante su suefio se produjo la memorable vision de la Escalera que Ilegaba hasta el cielo. Vemos, en este incident dos hechos notables: el voraz apetito del anciano, a las puertas de la muerte, comidn. dose dos cabritos y sabe Dios cudntas aves, y un Angel del Sefior, subiendo y bajando una escalera inmensa, para traer a Jacob los mensajes de Yahv6. --Se ha encontrado alguna explicaci6n cientifica al asun- to ese del mana y de las codornices? -pregunt6 el doctor. -Naturalmente que si -contest6 el profesor-. Se ha podi- do establecer que various tipos de aves migratorias, entree ellas las codornices, se dirigen a Europa desde el Africa siguien- do dos rutas: una desde la punta occidental de Africa hacia Es- pafia; la otra alrededor del Mediterrineo Oriental hacia los Balcanes. Entre las aves peregrinas se encuentran las codorni- ces, que en los primeros meses de cada afio pasan por encima del mar Rojo. Cansadas de volar, se dejan caer en las llanuras costeras para recuperar sus fuerzas y continuar su vuelo por encima de las altas montafias. Flabio Josefo cuenta este hecho, pero ain en nuestros dias durante la primavera y el otofio, los beduinos cazan con la mano en aquella misma comarca a las cansadas codornices. Con lo que queda establecido, agrego yo, que el asunto de las codornices no es una leyenda, sino que fue un hecho real. En cuanto a lo del mana, se ha comprobado que en los valles que rodean el Monte Sinai se encuentra hasta