za, era imprescindible que cada maflana cayeran un mill6n cuatrocientas mil. En cuanto a las toneladas de mana... -iMAs respeto, senior abogado! -intervino el doctor, pro- vocando una carcajada general-. Perdone, professor Croiset, y continue, por favor. -Se establece el precepto de la dieta y el descanso los SA- bados: ese dia no caian codornices ni llovia mand. Moisds, a quien se atribuye haber escrito el Libro del Exodo se esmera en declarar: YY los hijos de Israel comieron mand por espa- cio de cuarenta afios, hasta que llegaron a Canaan. Y aquel manjar era blanco, del tamafio de la simiente del cilantro, y su sabor era como torta de flor de harina amasada con mielN. -Si el doctor no me reprendiera tanto -dijo Leroy- yo me atreveria a afirmar que Mois6s fue el Empresario que or- ganiz6 el primer contingent de turistas, en un gran viaje in- ternacional jams igualado hasta hoy dia. El doctor iba a contestarle, pero el professor intervino: -D6jele usted. Estas interrupciones son convenientes, por- que alivian la monotonia de la narraci6n. -Yo no la encuentro mon6tona -expres6 Josefina-, Para mi tiene much interns, en raz6n principalmente de las dos observaciones previas que hizo el professor. Primero, que este acontecimiento produjo en los Hebreos cambios profundos en sus costumbres y su alimentacidn; y segundo, que una gran parte de los hechos narrados en la Biblia no son meras leyen- das, como se habia creido, sino que han sido comprobados por investigaciones arqueol6gicas. Siga listed, por favor, professor Croiset. --Y los hijos de Israel comieron mand por espacio de cua- renta afos, hasta que llegaron a la tierra poblada en que debian habitar: con ese manjar fueron alimentados hasta que tocaron los confines de la tierra de Canaan>. Asi terminal el capitulo d6cimo sexto del libro del Exodo. Los siguientes capitulos na- rran la continuaci6n de aquel azaroso viaje a trav6s del de- sierto, hasta llegar frente al Monte Sinai, donde establecieron sus campamentos para un largo descanso. En la c6spide del monte escribi6 Mois6s el famoso Decalogo: los Diez Manda- mientos de la Ley Divina, dictados por el mismo dios Yahv6: Sno tendris otros dioses sino yo... no mataras... no robards... no codiciards la mujer de tu pr6jimo... -Al Ilegar a este pun- to el professor hizo una pausa y luego dijo, con voz casi inau- dible-: Si Mois6s hubiese previsto el grado de libertad a que