cruzar el mar, cuyo oleaje borra toda huella, y llegar hasta aquel yate que suave y discretamente se balance en la soledad de Ia Bahia... iGood By, Madame! Qued6 anonada, presa de las mis dolorosas ideas. Sinti6 como, de repente y sin poder evitarlo, sus ojos se llenaron de lAgrimas. Gimi6 como una nifia. Se sinti6 desolada y se puso en pie, no sabiendo qud hacer. Oy6 pasos a su espalda, y la voz de un criado que le decia que su esposo la mandaba a buscar. VaciI6 sin saber qu6 hacer. eTendria fuerza para mirarlo frente a frente? Hizo un esfuerzo y se sobrepuso. Ya dentro de la casa al tomar la escalera para ir a su cuarto se encontr6 con Leroy que bajaba. Se detuvieron y se quedaron mirandose, hasta que 61 rompi6 el silencio y le dijo, en voz muy baja, ca- si como un susurro: --6Qu6 te pasa? cQud tienes en la cara? zQu6 maravillosa pa- lidez es 6sa? &Por qu6 tiemblas? Sin darse cuenta se sinti6 en sus brazos, que la estrechaban con asombrosa emoci6n, mientras sus bocas se unian en un be- so largo y ardiente. Cuando suavemente logr6 separarse de aquel hombre, temblaba y sus pies no podian sostenerla. Cre- y6 que iba a caer y se agarr6 al pasamanos, logrando al fin, pe- nosamente, subir los escalones. Al llegar al dltimo, mir6 ha- cia abajo, y alli estaba Leroy, siguidndola con sus ojos entor- nados, abiertos los brazos todavia... --Por quC te fuiste? -le pregunt6 Jorge, al entrar. -Estabas dormido... no quise despertarte -logr6 respon- der, con voz incierta. -iTe sientes enferma? -No -contest6, con tono mis seguro, agregando con fir- meza ya-: Quiero irme a casa, mafiana mismo. El se qued6 mirindola, se le acerc6 y con voz acariciadora le pregunt6: (qud te ocurre, Josefina? Las fuerzas Ia abandonaron y echindose en sus brazos le dijo, entire sollozos y ldgrimas: -iC6mo has podido hacerme eso... Jorge! ePor qu6 me has herido tan despiadadamente...!