ternacional que sostenian, casi ferozmente, para imponer al lundo sus pastas y su maravillosa confiteria. _..ritan y gesticulan -decia- para proclamar la superio- ridad de su cocina. Y hay que confesar que en los 6ltimos af s han logrado un advance extraordinario. Han sido muy as- tutos, explotando la candidez de esa cosa terrible que se llama los Estados Unidos de Am6rica. S61o en Nueva York hay mis italianos que en Roma y casi en cada esquina aparece un le- trero que dice: dItalian Restaurants. Esta avalanche de spa- ghetis y raviolis y lasagnas es una nueva invasion de los Hunos en ese pais enorme de casi doscientos millones de habitan- tes que no saben que hacer con el oro que rebosa en sus bol- sillos, y cuyo maleable cerebro obedece ciegamente cualquier extravagancia que se le ocurra a esas poderosas empresas de ,advertisements que cubren aquel inmenso territorio. Basta con que una de esas compafifas se gaste un mill6n de d6lares anunciando que el upollo a la cazadoran, flotando en salsa de tomate v queso parmesano, es bueno para la salud y que apo- nas contiene calorfas, para que cien millones de bobalicones se crean esa mentira y se rellenen de