-Es tan agradable conversar con una mujer bonita, inteli. gente y culta... -dijo De Mers, como si no hubiese escucha. do las gltimas palabras de Josefina-. Cr6ame usted que no es una lisonja si le digo que pocas mujeres reinen tantas precio. sas cualidades como usted. A veces pienso que me voy a ena. morar de usted, pero soy demasiado respetuoso con mis amin gos y no incurrir6 en esa nifiada. -Si todos pensaran como usted, las mujeres nos sentirfa. mos mas seguras. Quiero corresponder a su galanteria dici6a. dole que es muy dificil encontrar un hombre que, como usted, sea tan caballeroso, digno, educado y de trato tan exquisite. mente discreto y agradable. De Mers baj6 la cabeza, ruborizado casi, y pronuncid uR cgracias, sefioraD, apenas perceptible. Reaccionando, se puso de pie y pregunt6: --Qu6 le parece nuestro professor? eSe siente content en. tre nosotros? (No la aburrimos con nuestra obsesi6n gastro. n6mica? jCuando vuelve su esposo? -Parece usted un nifio... haciendo tantas preguntas .a la vez. eQuiere que firmemos un pacto de ayuda mutua? -Ahora me toca a mf preguntarle: para defendernos de quidn? -De nosotros mismos, de nuestros instintos, de esa Natu. raleza provocadora... Mientras hablaban, sin propon6rselo habian iniciado el viaje de regreso, caminando muy lentamente, y deteni6ndose a ca da moment para comentar cualquier cosa sin importancia. Anoohecia cuando legaron a Anadel. Divisaron a lo lejos, acer cAndose a la playa, el cayuco de Trigarthon. -Es Rosina... que viene de cayo Alcatraz... -exclam6 con vehemencia Josefina, involuntariamente. -No -respondid De Mers-. Es una sacerdotisa, que e gresa del Templo de Afrodita... Ya instalados en el balc6n, despuds de cenar, Leroy insistia en su tema de que Italia le estaba robando a Francia la supre- macia que en material culinaria mantenia desde hacia machos afios. Aseguraba que Francia se dormia en sus laureles mien- tras los italianos eran mas activos cada dia en el perfecciona- miento de sus tecnicas gastron6micas y en la propaganda in-