no hablaba latin o griego; el vocablo lleg6 a significar incivili- zados, y todavia tiene esa acepci6n. -Estas invasiones duraron casi tres siglos y ejercieron una influencia muy profunda en el mundo antiguo. Millones y millones de pies duros y grandes pisotearon el suelo del Impe- rio como para que por much tiempo no pudieran germinar los frutos de las huertas que formaban la base del refinamiento griego y romano. Los criaderos de trufas se desecaron, desa- pareciendo asi uno de los mis eminentes logros de la gastro- nomia, hasta que los hombres del Renacimiento consiguieron revivirlo. Aquellos invasores eran rudos, groseros, y su cocina muy primitive. El arte culinario huy6, perseguido y escarneci- do, para, al fin, buscar asilo en los conventos de los monjes de la Edad Media, que ya empezaban a proliferar a lo largo de todo el Continente. Eran los bArbaros hombres muy simple en su alimentaci6n. Conocian el process de la panificaci6n. Cul- tivaban Ia cebolla en gran escala, que comian preferiblemente asadas al rescoldo. En su dieta figuraba la came de res y de cerdo, la caza de pelo y el pescado, todo asado o simplemente sancochado. Conocian la hidromiel y algunas de esas tribus cul- tivaban la uva. Por el afio 750 se inician nuevas invasiones. Ahora son los Merovingios. Introduced nuevos elements culi- narios, tales como salsas fuertemente condimentadas, las len- tejas y el queso. Hasta comian p6talos de rosas y violetas acara- meladas con miel. Gregorio de Tours nos cuenta de la suntuo- sa mesa del rey Chilperico. Esta inquietud gastros6fica dura desde Meroveo hasta Childerico, con cuya muerte desaparece la tribu de los merovingios. Luego los carolingios introduced el uso de vajillas ricas y lujosas. Alarico capitaneando las huestes visigodas habia impuesto las grandes piezas de came asada y debemos reconocerle tanto a 6stos como a los godos la paternidad del arte de la rotisserie. Los normandos, con sus tribus de varegos o rus, fueron, tal vez, los que inicialmente despertaron en los britinicos su inclinaci6n hacia el aRoast- beef). Asi, cuando llegamos a Carlomagno, ya la mesa iba me- jorando y quizA superando, en cierto sentido, a la del mismo Luculo. -El tercer element es la primitive Iglesia Cristiana, que golpea y aturde a la gastronomia, reviviendo los antiguos ayu- nos, con sus ermitafios de la Tebaida, sus eremitas, anacore- tas, cenobitas y ascetas. El santoral de los primeros siglos del Cristianismo est lIleno de hombres flacos, hambrientos. Son