aves ensordecedora: tin verdadero paraiso de buc6lico es- plendor. Merendaron dentro de la lancha, mecida por el leve ondu- lar de las aguas del apacible rio. Habian echado el ancla y la suave corriente rozaba dulcemente los costados de la embar- caci6n. Trigarthon, los dos mariners y los peones estaban sobre el techo. Abajo, el professor Croiset y sus amigos conver- saban, jubilosos. --Quidn ha dicho que el crecimiento demogrAfico de la humanidad agotard las despensas de la Naturaleza? -pregun- t6 De Mers-. En una maflana y con un esfuerzo minimo he- mos acumulado alimento para diez families. -En el deported todo esfuerzo siempre es minimo, por cau- sa del factor equipo. El instrumental que hemos traido no es asequible al hombre comtn. Por otra parte, recuerde que hay regions inmensas, en el interior de algunos Continentes, done no aparece ni una lagartija -expres6 Josefina. -Esos contrastes son inevitable -intervino el doctor-, y no somos nosotros los Ilamados a considerar tales pro- blemas. La vida esta llena de desigualdades y es una quijo- tada tratar de remediarlas. -La intenci6n sana y la facultad para disfrutar de lo bello, nos liberan de toda acusaci6n -arguy6 Croiset-. Disfrute- mos de las cosas agradables que nos depara la vida... jmien- tras podamos! -Eso es lo que yo hago... -musit6 Rosina, provocativa- mnente. -Cada cual lo hace a su manera -dijo Madelaine-. Mi mayor placer es 6ste: el mar, la fronda, el aire, la roca... -La centella, el rayo, la tormenta... -dijo Leroy, come si continuara las palabras de Madelaine. --Y por qud no? -respondi6 dsta, con viveza-. Los esta- Ilidos de la Naturaleza son caricias que hay que saber gozar. A veces matan. Pero zno es, acaso, la pasi6n sexual una con- moci6n telfrica espantosa, un volcin, un alud, un terremoto? -Prefiero el fuego penerante de un hombre enamorado a la quemadura de la lava... -exclam6 Rosina. Avisados por Trigarthon, todos asomaron la cabeza por los ventanales para ver un cardimen de agujones que rodea- ba el bote. Es un pez tubular, casi transparent, de unos treinta centimetros de longitud y dos de grosor. Eran tantos, que parecian una masa viva, compact, inquieta, bullente, que