disparar. Trigarthon y los dos peones que habian llevado; estaban prestos para lanzarse al agua a recoger las press que fueran cayendo. Todos estaban muy emocionados. Las tres pujeres quedaron dentro del bote y los hombres estaban sentados sobre el techo. Comenz6 a escucharse la griteria de las cotorras y de improvise se levant6 una verdadera nube de estas aves. Me- nudearon los disparos y empezaron a caer al agua las press, que los dos peones y Trigarthon recogian, nadando velozmente. Una nueva oleada de pijaros arranc6 el vuelo desde las altas copas de los Arboles, tierra adentro. Ahora eran palomas ne- gras de las Ilamadas acasquito blanco, porque tienen un pe- queiio mofio de plumas de ese color en la cabeza. Cafan por docenas, y en media hora habian cobrado unas cuarenta co- torras y otras tantas palomas. El professor opin6 que ya era suficiente y que no debfan continuar la matanza. La lancha se encamin6 suavemente hacia la margen derecha del rio y los peones, hacienda ya pie en el agua, escarbaban entire los pajonales. No tardaron las hicoteas en salir de sus escondrijos. Atraparon doce, de las mis grandes. Luego los peones subie- ron a la lancha y se pusieron a desplumar y destripar las palomas y cotorras, para conservarlas dentro de la caja con hielo. El bote se adentr6 un poco en la ria, a march muy lenta, mientras Trigarthon, de pie en la proa, lanzaba la atarraya. Despues de dos tiradas infructuosas, en una sola redada atrap6 una apreciable cantidad de palometas y corvinas. Rosina palmoteaba, entusiasmada. El doctor no se cansaba de afirmar que aquello era una Jauja incomparable. El profe- sor no podia ocultar su alegria y besaba a las mujeres como si repartiera golosinas. Leroy refunfuiTaba alegando que aque- Ila carniceria era innecesaria. --Qu6 vamos a hacer con tan- tas cosas? -preguntaba, sin que nadie escuchara sus palabras. Ya la lancha se habia adentrado bastante, rio arriba, cuan- do se toparon con una mancha de camarones. Tiraron la red y cuando la sacaron estaba repleta del sabroso crustAceo, del tipo que llaman ojo negro, que mide unas cuatro pulgadas en la cola solamente. El entusiasmo fue extraordinario. Decidieron continuar, rio arriba, para disfrutar de la belleza del paraje. A media que se estrechaba el lecho del rio, el ramaje era mis tupido en ambas orillas, al extreme de que las ramas se tocaban arriba. La umbria era magnifica y la algazara de las