ces, almendras, alfonsigos, miel, leche cortada de cabras, beren. jenas. siropes de frutas y pdtalos de rosas, Chelou-Kebab, uvas, cohombros, codornices, arroz, puerros, cebollas, Ab-Goosht... cubrian las largas y bajas mesas del festin, mientras Zenobia, la opulenta reina de Palmira, presidia desde su trono de oro y pedreria. Pero ocurri6 que Aureliano, el Emperador del Mun- do, desde su palacio en Roma, crey6 que Zenobia lo traicio- naba, y decret6 la destrucci6n del reino. Palmira fue asolada, descuartizados sus habitantes, confiscadas sus riquezas. En- tre las victims de este acto de barbarie estaba el preceptor de la reina, Casio Longino. Muri6 como saben hacerlo los fil6- sofos: sereno, confortando a sus compafteros de martirio y bendiciendo el nombre de su reina. Zenobia fue hecha prisio- nera. En la procesi6n triunfal de Aureliano al entrar a Roma victorioso, figuraba Zenobia. Un soldado pretoriano la levaba amarrada a una cadena de oro, que la agobiaba con su enor- me peso. La crueldad de Aureliano lleg6 al extreme de des- pojarla de todas sus prerrogativas reales y hacerla casar con un insignificant senador. La pobre reina pas6 el resto de su vida como una simple burguesa, en una villa que su cruel opresor le regal situada en lo que hoy es el barrio de Tivoli, cerca de Roma... La que un dia fue ama y sefiora de la mitad del Oriente, perdi6 su corona... pero alli est6n todavia las rui- nas de su gran ciudad, mientras que Aureliano se esfum6 en la Historia. -En la lista de emperadores anodinos usted incluye a Tra- jano, Adriano y Marco Aurelio, y tengo entendido que fueron grandes gobernantes -arguy6 Desaix. -Si -contest6 el profesor-, pero no fueron grandes gas- tr6nomos. Adriano resplandece por la extraordinaria organi- zaci6n que imprimi6 en la administraci6n del Imperio y por sus relaciones con Antinoo, el joven bitinio de gran belleza masculina. Cuando ese favorite se le escap6, apelando al sui- cidio, Adriano casi enloqueci6 de dolor e hizo que el vasto territorio del Imperio se cubriera de estatuas del efebo ado- rado.