lo todo en manos de un grupo de favorites, que habian sido histriones y aurigas. El dia de su entrada a Roma, le ofrecie. ron un banquet en el que se sirvieron dos mil peces y siete mil aves. Nos dice Suetonio que el mismo Vitelio puso coImo a esa suntuosidad con la inauguraci6n de un plato de enormes proporciones, al que llam6 aEscudo de Minerva, y que con- sistia en una mezcla de higados de escaros, sesos de faisanes, lenguas de flamencos y huevas de lampreas. Sus capitanes de navios y trirremes habian ido a buscar todo esto, desde el pals de los parts hasta el mar de Espafia. Su voracidud no era s6lo inmensa, sino tambi6n repugnante y desordenada. No podia contenerse ni durante los sacrificios y en los mismos altares se hacia servir carnes y pasteles. Por simple capricho orden6 e! asesinato de los mAs nombrados ciudadanos del Imperio, y se gozaba contemplando su agonia. Hizo morir de hambre a su madre enferma. Cuando supo del levantamiento de Vespasiano, se llen6 de miedo y ofreci6 renunciar al trono si le perdona- ban la vida. Luego reaccion6 y atac6 y venci6 a un grupo de partidarios de Vespasiano, los encerr6 en el temple de JHpiter, y orden6 incendiar el edificio, contemplando las llamas senta- do en la mesa del festin. Al aproximarse las tropas de Vespa- siano, se escondi6 debajo de una cama, de donde lo sacaron los soldados, llevdndolo, desnudo, hasta el Foro, y propindndole golpes e insults. Por fin lo hicieron pedazos que arrojaron al Tiber. Junto a 61 tambi6n mataron a su hermano y a su hijo. Tenfa 57 afios al morir. --~C6mo puede explicarse -interrumpi6 Leroy- que un pueblo, el Imperio mas grande del mundo, se dejara gobernar por semejantes mamarrachos? -La enorme poblaci6n de Roma, casi dos millones de habi- tantes, era uni mezcla de razas sin sentido civilista y con una idea muy vaga del concept de Ia patria. Esa masa se dividia en cases y 6rdenes. La aristocracia estaba corrompida y el pueblo bajo la imitaba, Habian desaparecido hacia much tiempo los Fabios, los Emilios, los Valerios. Todos querian divertirse, y el finico deported era la muerte. La sangre y la tortura no levan- taban objeciones ni siquiera entire los moralistas mis severos. Hasta el mismo Juvenal encontraba bien las matanzas huma- nas en el circo. Tacito admitia que lo que se derramaba en la arena del circo era . Plinio, hombre que tenia en gran concept la moral y las buenas costumbres, crefa que aquellas matanzas tenian un valor educativo, porque templaban el alma con el sentimiento estoico del desprecio de la vida.