y de hidrocarbonos -repuso el doctor-. De todos modes, el auge commercial de su jalea real esti ya declinado, pasado de moda, con lo que queda demostrado que se trata de una de las tantas supercherfas que se echan a rodar peri6dicamente, para desgracia de los incautos. El professor cort6 la discusi6n ponidndose de pie e invitan- do a sus compafteros a pasar al balc6n. Una vez instalados, Madelaine pidi6 al professor que les hablara acerca del auge de la cocina durante la 6poca de los C6sares. -Ya hemos dicho algo acerca de Caligula y tambidn sobre la vida de Liculo -contest6 el profesor-. Hagamos esta no- che un breve recuento de la de Claudio, Ner6n, Domiciano y He- liogAbalo. Si les estoy recordando la actuaci6n de estos mons- truos de la Naturaleza, no es porque ellos contribuyesen al ma- yor esplendor de la cocina, sino para presentarles un esquema de la vida romana de aquella 6poca, que prepare la gran deca- dencia de que fue victim la gastronomia con la aparici6n de la continencia de los primeros cristianos y Ia brutal sencillez de los bArbaros del Norte. Los cuatro subieron al trono me- diante la traici6n y el crime. Fueron asesinos, ladrones y dege- nerados. Los banquetes oficiales que ofrecian eran scenario de sus porquerias y dilapidaciones. Claudio era endeble y en- fermizo. Subid al poder teniendo 50 afios de edad. Vivi6 go- bernado por sus libertos y sus esposas. Era alto y bello de semblante, pero Ie flaqueaban las piernas al caminar. Ofrecia con frecuencia opulentas comidas y de ordinario tenia hasta 600 convidados. Como ya les habla dicho, se asegura que pro- yectaba un Edicto para permitir que sus invitados pudiesen 'ventosearn en la mesa: (aflatun crepitunque ventris in convi- vio emitendi4), cuando supo que uno de sus convidados estuvo a punto de morir por haberse contenido> en su presencia. Co- mia y bebia constantemente. Un dia estando juzgando en el Foro de Augusto, le lleg6 el olor de un plato que preparaban en el vecindario, y seguido abandon el tribunal y se fue a Ia casa donde se hacia el cocinado. S61o abandonaba la mesa cuando ya estaba henchido de manjares y bebidas. En seguida se acos- taba boca arriba para que sus criados Ie cosquillearan la gar- ganta con una pluma, y asi poder desahogar su est6mago y volver al festin. Al criado que manejaba esa pluma se le llam6 erex vomitorumn. Era feroz y sanguinario. Presenciaba el tor- mento de los condenados. Se dice que muri6 envenenado por el eunuco Holato, su gustador, o epraegustador, que era preci-