sus amigos que organicemos una partida de caza y pesca en la desembocadura del rio Barracote. Aseguro que sus manos no darAn abasto para cazar palomas y cotorras y al mismo tiem- po tirar la red sobre los carddmenes de lisas y atrapar hicoteas y jaibas; todo ello al mismo tiempo y sin que tengamos que salir de los botes. Esta tarde, antes de irme, arreglaremos los detalles y fijaremos la fecha. -Acepto -respondi6 el profesor-. Quiero suplicarle que se quede con nosotros esta noche. Ya regresard a su casa ma- fiana. No veo qud razones la obligan a irse esta tarde, como ha dicho. Despuds de cenar nos sentamos en el balc6n a char- lar. Esta noche hablaremos de algunos emperadores romanos que fueron el azote de su pueblo y mancillaron los mAs elemen- tales preceptos de la gastrosoffa. -Anoche, mientras nos acostabamos, Rosina me habl6 de las interesantes discusiones que ustedes sostienen sobre la his- toria de la gastrosoffa. Acepto su invitaci6n. Durante la cena, un plato de capones, profusamente esto- fados con trufas, suscit6 comentarios acerca de este maravillo- so hongo, gema de la cocina francesa. El professor express que lo consideraba el element por excelencia de la gastronomia refinada de hoy dia, y que era tal su delicadeza que casi tocaba los linderos de Io sobrenatural. Nace y se desarrolla debajo de la tierra y solamente el olfato de cerdos o perros amaestrados es capaz de descubrir su escondite. Expres6 asimismo que los griegus y los Romanos de la antigiiedad apreciaban la trufa y que Suetonio asegura que el emperador Dominiciano orden6 que le guardaran para el otro dia unas trufas que le hablan ser- vido, agregando... csi es que existo todavia*, y que, en efecto, al siguiente dia lo asesinaron. -Si se las hubiese comido, la Historia contaria con un em- perador trufado... -coment6 con sorna el abogado Leroy. -Ese comentario es cruel y de mal gusto -le interrum- pi6 el doctor-. Usted se empefia en detractar figures cuya conduct no ha sido todavia bien esclarecida por la historia... -Lo que ccutre es que mi amigo el doctor no me perdona el aprieto en que lo puse ayer, y por eso me ataca ahora -re- pied6 Leroy-. Imaginense ustedes c6mo se pondria de furioso cuando lo puse en evidencia demostrAndole que la ciencia me- dica todavia ignore cu6l es la funci6n del timo, esa misteriosa