internaron por los trillos, subiendo la loma, ech6 una mirada atris y divis6 la silueta de la casa de Anadel. Todos dormian, except los sirvientes que le habian preparado un ligero.desa- yuno, y el detective que envuelto en su bufanda y con su pipa en los labios le miraba con asombro, alumbrando con su lin- terna eldctrica las maniobras de la partida de su patr6n. Por la mente de aquel ingles cruzaron torbellinos de pensamientos difusos. Su patr6n... el hombre mas rico del mundo, solo, a caballo, por trillos escarpados, en una oscura madrugada, jun- to a un pe6n desconocido... Todos nos estamos poniendo lo- cos... pens6, en voz baja, con palabras que al salir de sus labios se mezclaban con el humo de la pipa. Los ojos de Josefina de Vergara miraban fijamente al hom- bre que bajaba por los peldafios de roca desde la casa de Ana- del. Eran las ocho de la mafiana. La temperature era tibia. Su esposo seguia dormido y ella estaba ahora sumergida hasta el cuello en las aguas templadas de la playa. Los ruidos en el patio en plena madrugada, con motive del viaje a caballo del professor hacia la finca de Tes6n, la habian despertado y tan pronto sali6 el sol se puso su traje de bafio y baj6 a la playa. No habia dormido bien aquella noche. Se sentia inquieta, ner- viosa, angustiada casi, y no podia explicarse la causa de su malestar. Pens6 que un baio temprano en las aguas de Anadel la tonificarian. El hombre que venia era Antoine Leroy, en traje de bafio. Pens6 que le iba a malograr su apetecida soledad. Su instinto de mujer le habia hecho percatarse de que Leroy la perseguia con el pensamiento y la mirada. Aquel hombre alto y delgado, de ojos inquietos y labios contraidos siempre en un ric- tus de buria, la irritaba con su aparente indiferencia, a todas luces calculada para hacerse interesante. -Extrafia coincidencia -dijo al llegar frente a ella-. El dia que decide bafiarme casi a medianoche todavia, encuentro que usted ha tenido la misma ocurrencia. eCree en la tele- patia? -La playa es amplia. Puede irse-a aquel extreme -contes- t6 Josefina, dandole la espalda y sumergi6ndose mas en el agua. -Prefiero bafiarme aqul, junto a usted, hasta que venga su marido y me saque a empellones y balazos. -Se Ilevaria una gran desilusi6n, porque Jorge no tiene re-