lluvia, las tinieblas y las embravecidas olas. Y se llamaban el uno al otro, con gritos desesperados. Y el viento arrastraba esos gritos hasta ambas orillas, llenando de pavor supersticioso a los pobres indios riberefios. Ella lo llamaba, inttilmente: ISara! Y 61 a su vez la llamaba tambidn: jAnd! iSam! iAngi -Y asi fue como se origin el nombre de este pequefio mar. Como toda leyenda, es triste y hermosa. Tiene elements de verosimilitud que pueden confirmarla: los tainos eran mag- nificos nadadores y remeros. Lo que falta por averiguar es si la leyenda existi6 entire los tainos o solamente en la imagina- ci6n de mi padre, que se gozaba creando fantasias y que a fuerza de tanto repetirlas entire sus amigos, llegaba a cre6rse- las e1 mismo. -iHermosisimo, como Io de esta Arcadia rediviva! -ex- clam6 el professor. -A prop6sito de Arcadias y paraisos terrenales, voy a con- tarles el case de mister Mack. En los dias en que se rompieron las hostilidades de la Primera Guerra Mundial, pas6 frente a la bahia de Samana un buque mercante alemAn que iba rumbo a la Amdrica del Sur. Recibi6 instrucciones radiotelegrAficas del gobierno de su pais de estacionarse en la bahia y esperar nue- vas instrucciones. El barco permaneci6 cuatro dias anclado en el puerto y los mariners bajaban a tierra en la mafiana y re- gresaban a bordo en la tarde. Cuando el barco zarp6, uno de los mariners desert y se ocult6 en las afueras de la pobla- ci6n. Se Ilamaba Mack. Desde entonces vivid en Samana. Yo le conoci en 1928, cuando ya tenia unos cincuenta y cinco afios de edad. Era flaco y largo. Estaba quemado por el sol. Me daba la impresi6n de ser una momia. Se habia construido un rancho con ramas de palma, cerca del pueblo, a la orilla del mar, y alli vivi6 mis de cuarenta afios, solo, como un ermitafio. Muri6 hace apenas tres o cuatro afios. --Y de qud vivia? -pregunt6 Leroy. -Eso es lo interesante -contest6 Vergara-. Con pedazos de hierro y chatarra que recogia en los basureros, se fabric instruments de ebanisteria y construy6 un pequeflo torno de madera que movia con el pie, mediante una rueda de madera tambidn, como una rueca. Todo era rdstico y primitive pero con esos aperos torneaba figuritas y floreros y candeleros con maderas preciosas que cortaba en los montes cercanos, y que luego vendia a los turistas que venian de otros pueblos del in- terior del pais. El negocio le dejaba unos cuarenta o cincuenta d6lares al afio... Pero esa exigua cantidad le alcanzaba para